Se cortó el chorro. No más internet en casa. Esa red que aparecía gratuita y se posaba sobre mi notebook sin que la llame decidió abandonarme sin que la que eche. Está bien, lo acepto. Ya era hora de que ese goma le pusiera contraseña al coso.
Entonces, bueh, me dormí a una hora razonable mientras terminaba un capítulo de Sopranos. Razonable es antes de las tres. Hoy, me dije, es un día ideal para ir en colectivo. A ver si la cortamos un poco con este temita, que no es tan gracioso a fin de mes. Así que lo esperé. Lo esperé veinte minutos en la parada.
Ya venía pensando en que era difícil esto de contenerse, cuando veía las lucecitas rojas de los banderines que me boicoteaban la jugada desde el calor del automóvil. No parece, pero cuesta, cuesta. RESISTIRÉ, erguida frente a todo, era mi lema. Porque ¿qué?, ¿ahora qué soy? ¿qué, ahora nunca me tomé un bondi? ¡paraaáaaaaa! ¡Yo me sé todos los recorridos! ¡yo vivo del otro lado de Rivadavia! ¡en la puerta de mi casa hay travestis, man! ¡tra-ves-tis! Cortala. Me puse a leer un libro como para hacerme la que no me importaba el frío.
Pero, chicos, cuando el ciento ochenta corrió a toda velocidad por Maza haciendo caso omiso a mi brazo estirado, qué quieren que les diga. Revisé mi cartera: un billete de cinco, otro de dos, otro de dos. Alcanzaba.
Entonces, bueh, me dormí a una hora razonable mientras terminaba un capítulo de Sopranos. Razonable es antes de las tres. Hoy, me dije, es un día ideal para ir en colectivo. A ver si la cortamos un poco con este temita, que no es tan gracioso a fin de mes. Así que lo esperé. Lo esperé veinte minutos en la parada.
Ya venía pensando en que era difícil esto de contenerse, cuando veía las lucecitas rojas de los banderines que me boicoteaban la jugada desde el calor del automóvil. No parece, pero cuesta, cuesta. RESISTIRÉ, erguida frente a todo, era mi lema. Porque ¿qué?, ¿ahora qué soy? ¿qué, ahora nunca me tomé un bondi? ¡paraaáaaaaa! ¡Yo me sé todos los recorridos! ¡yo vivo del otro lado de Rivadavia! ¡en la puerta de mi casa hay travestis, man! ¡tra-ves-tis! Cortala. Me puse a leer un libro como para hacerme la que no me importaba el frío.
Pero, chicos, cuando el ciento ochenta corrió a toda velocidad por Maza haciendo caso omiso a mi brazo estirado, qué quieren que les diga. Revisé mi cartera: un billete de cinco, otro de dos, otro de dos. Alcanzaba.