Esta mañana lo vi a Julio retocando la puerta-reja de su departamento con pintura acrílica. Me deseó un buen día. “¡Y ojo que hace mucho calor, jejeje!”. Pobre. No sabe que me voy. Ni él, ni el vecino que se viste de portero, ni la que anda en silla de ruedas pero en realidad camina, ni la dueña del perro salchicha, ni el que me amenazó con un cuchillo por cerrar la puerta con ímpetu. Tampoco Eloísa, porque tal vez esté muerta. Nadie. Ninguno de mis vecinos imagina que unas cajas de bananas marca The best invaden este living comedor y en ellas voy a guardar todas mis cosas para irme a otro edificio, otro barrio, lejos de tantas anécdotas que parecen inventadas.
Embalar una casa después de seis años es bastante duro. Me encontré con muchos DVDs sin rotular, enviados del infierno. También, con ropa que ya no me entra pero me niego a donar. Tardé horas para llenar una sola cajita con adornos y me cubrí de polvo descartando apuntes universitarios que no sabía que existían. Descubrí rollos de fotos que nunca había revelado de unas vacaciones con mi ex, muchas medias sin su par, las llaves del departamento que mi familia dejó abandonado en la costa, y todavía no encaré ni el veinte por ciento de mis pertenencias. Es que en el medio del caos también me encontré con cosas buenas, y eso lo retrasa todo. Ante las cosas buenas que hay que saber detenerse.
Soy una mujer afortunada. Tengo preciosas evidencias de mi paso por Yrigoyen. Y más precisamente, de la entrañable relación que he forjado con mi vecino superstar. Sí, su correspondencia. Cartas escritas de puño y letra, en hojas a veces rayadas, otras cuadriculadas, en papelitos, con la marca de la cinta scotch que las adhería a mi puerta, la fecha, la hora y siempre, siempre, su firma: Julio Argentino Morales. Comunicando infracciones, sugiriendo formas de terminar con la invasión de cucarachas, describiendo en detalle el episodio en que su mujer huyó con las joyas. Conservaré el registro epistolar como si fuera un álbum de figuritas lleno. El resto, lo que no está escrito, también lo guardo. Porque Julio, mi vecino facho, fue el emblema de este edificio de psicóticos. Y lo voy a extrañar.
Segundas partes. Pocas han sido geniales, pero abrigo la esperanza de que San Telmo sea un caso de éxito. El barrio promete y, en cuanto a los nuevos personajes, estuve averiguando. Dicen que en el segundo piso vive un policía. Por lo demás, mis expectativas ya están cubiertas: me voy a vivir con el chico que me gusta. Tal vez la realidad logre seguir superando a la ficción. Quién sabe.
sábado, 17 de agosto de 2013
martes, 14 de mayo de 2013
Mentirosa
Cuando era chiquita y pasaba mucho tiempo que no agarraba mi diario íntimo -no era público en ese entonces-, iba y le escribía: "perdón, perdón perdón, perdón, prometo que no voy a volver abandonarte y que voy a ser más prolija."
martes, 7 de mayo de 2013
Los pies en la cabeza
Venía jactándome de haber vencido mi malenismo. O, al menos,
de haberle dado combate: tenía el mismo celular desde junio. Once meses. Casi
un año. Incluso hacía bastante que
no perdía ni me robaban la billetera, ni los documentos, ni dejaba olvidada la
tarjeta de débito en ningún cajero automático. Es posible, pensaba, ser mejor en la vida. Así que cuando alguien me
acusaba, podía presentar estas evidencias como un trofeo, como un
derecho de piso adquirido, un premio para alguien que se hizo de abajo.
Pero la vida es perversa, traicionera, y tuve un desliz. Eran
las 2 AM y estaba sentada en el cordón de la vereda tomando una cerveza con amigos,
un viernes después de la función. Me miré los zapatos. No son. Quiero decir, no
son los míos. Eran los de Estela. Los reconocí por esa flor particular que
tienen en la punta. Y porque estaban, ahora sí, tan cerca de mis ojos. Durante
cuatro horas los había llevado puestos como si nada. Del teatro a cenar, de ahí
al barcito. Ningún registro. Como mucho, una cierta extrañeza al
caminarlos, algo muy lejano, un pequeño detalle en el taco al cual decidí no
prestarle atención. Pero de pronto, la flor. Esa flor en el zapato que me decía
a gritos que mi pasado había vuelto, estrepitosamente.
Me eché a reír sin parar. Porque en algunos casos es preferible.
Era viernes a la noche y todavía tenía la cerveza en la mano. Además, los
zapatos se parecían a los míos. Y en definitiva, pensé, sí que son míos, vamos.
Estela es un personaje de ficción, Malena.
Así y todo, es una realidad: aún sin quererlo, le robé los
zapatos a mi personaje. O tal vez fue Estela la que decidió escaparse de ese
pueblo de la Pampa seca donde no crece nada más que pasto, sacarse el delantal
de cocina, ponerse mi vestido, y salir a caminar por las callecitas de la
capital con mis amigos. Asumo que, a esa altura del partido ya me conocía bien,
y aprovechó mi mala fama para despistar a eso que separa la ficción de todo lo
demás.
Siendo así, me sacrifico. De ser necesario, lo hago. Devuelvo
mis trofeos a cambio de la libertad de un personaje. Dejo de luchar contra mi
destino.
¡Vuelvo a perderlo todo!
¡Eso!
¡Vivan la tragedia, la comedia, la historia entera del
teatro!
¡Soy una mártir, una heroína!
No. Soy un desastre. Me vuelvo a casa.
Momento.
No sé donde puse las llaves.
De qué va:
De Male en peor,
De manual,
De veras
7
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martes, 15 de enero de 2013
miércoles, 5 de diciembre de 2012
Alguien tendrá el coraje
Alguien tendrá el coraje
y fundará el Ente Regulador
de Nombres de Casas de la Costa.
Cuestiones cualitativas
cuantitativas, imperativas
definir plagios
corregir tildes
mejorar ideas
encontrar el modo
de no herir susceptibilidades.
Hay tanto por hacer.
Que castiguen a ese hombre
le puso La Popona a su chalet.
Prefiero redundancia
en Los caracoles y El tiburón
literalidad Frente a los pinos.
Toty, Elsa, Nelly, Sheila. Todas
en la misma manzana.
Son al menos tres
las casas de nombre Capricho
distribuidas por la ciudad.
Luego Oasis, Nuestro sueño II, Paraíso.
No sé hasta dónde
quieren llegar.
Hay una Que tal
sin signos de ningún tipo
yo me pregunto
qué necesidad
la familia acodada en el porche
con sus reposeras, comen churros.
Deliberan. Pongámosle Hola
Demasiado común, viejo.
Que sea Que tal.
Que tal, que tal, que tal: sí, me gusta.
Están satisfechos. Tallan
dos cartelitos, uno para el frente
otro en la esquina
para los vecinos. Los huéspedes
llegan y mienten: sí, es un nombre muy
divertido
muy
original.
Ante todo: respeto
por lo que se nombra.
Me tocó vivir en Los cucos
salían por las noches
cuando los perros sueltos
conversan
de un lado al otro del barrio.
Después el silencio
y el ruido nocturnos
pájaros insectos irreconocibles
rocío y todo
eso que no se ve.
y fundará el Ente Regulador
de Nombres de Casas de la Costa.
Cuestiones cualitativas
cuantitativas, imperativas
definir plagios
corregir tildes
mejorar ideas
encontrar el modo
de no herir susceptibilidades.
Hay tanto por hacer.
Que castiguen a ese hombre
le puso La Popona a su chalet.
Prefiero redundancia
en Los caracoles y El tiburón
literalidad Frente a los pinos.
Toty, Elsa, Nelly, Sheila. Todas
en la misma manzana.
Son al menos tres
las casas de nombre Capricho
distribuidas por la ciudad.
Luego Oasis, Nuestro sueño II, Paraíso.
No sé hasta dónde
quieren llegar.
Hay una Que tal
sin signos de ningún tipo
yo me pregunto
qué necesidad
la familia acodada en el porche
con sus reposeras, comen churros.
Deliberan. Pongámosle Hola
Demasiado común, viejo.
Que sea Que tal.
Que tal, que tal, que tal: sí, me gusta.
Están satisfechos. Tallan
dos cartelitos, uno para el frente
otro en la esquina
para los vecinos. Los huéspedes
llegan y mienten: sí, es un nombre muy
divertido
muy
original.
Ante todo: respeto
por lo que se nombra.
Me tocó vivir en Los cucos
salían por las noches
cuando los perros sueltos
conversan
de un lado al otro del barrio.
Después el silencio
y el ruido nocturnos
pájaros insectos irreconocibles
rocío y todo
eso que no se ve.
De qué va:
De nada
4
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jueves, 18 de octubre de 2012
Partidazo
–Yo no tengo nada contra ellos, no es eso, pero así, todos del mismo color, no los puedo reconocer, Irma, tienen la misma boca también, toda gruesa, ¿qué querés que te diga? Le bajo el volumen, que con los tiroteos no puedo pensar.
–Uno es bastante más alto, y más buen mozo.
–Para mí son todos iguales. Si el de rojo estuviera de azul, no los distingo. Canasta.
–Te tocan todos los comodines. Para mí, el más alto se parece un poco a Hugo.
–¿A Hugo?, ¿qué decís?
–Que tiene un aire. Pasame esa pilita.
–¡Ay, Irma! ¿Dónde le ves el aire? ¡Es un negro africano!
–No es africano, es yanqui.
–Da igual.
–Es por la actitud, por ese gestito con la ceja que le hace a la chica, como que se las sabe todas.
–Salí. Estás delirando. Tu turno.
–Ah, sí.
–Con lo blanquito que es Hugo. Y aparte no le gusta la violencia ni la policía.
–No me refería a eso. Igual, ahora anda enamorado, tal vez es porque le empezaron a gustar las esposas. Bah, las divorciadas. ¡Jaja! ¡Canasta pura!
–No te puedo creer.
–Y si me tiraste el siete rojo, ¿no viste que venía juntando?
–Lo de Hugo, digo, ¿qué es eso?
–Te toca.
–Sí.
–Que parece que se está viendo con esa del club, la nueva.
–¿Norma Piacentini? ¿Pero es algo serio?
– Qué sé yo, Tere. Bueno, levanto todo este pozo, eh.
–Si siempre fuiste de levantar los pozos.
–Y me va bien.
–¿Cómo sabés?
–Porque te voy ganando.
–Lo de Hugo te digo, Irma, que cómo sabés lo de Hugo.
–¡Ah! Estábamos con Arnoldo el domingo, y los vimos tomando algo en el bar. Ella le hacía carita.
–Quizás se encontraron esa vez nomás, de casualidad.
–Mirá, parecían estar en confianza. Después vimos que él se subía al auto de ella. Ay, ahí viene la escena en la que se muere el negro. Mirá ese gesto, ¿no te digo que es igual a Hugo?
–No me gustan las películas en las que mueren los protagonistas, ¿qué necesidad? Apaguemos.
–Ya termina. Qué fichas horribles.
–El hijo de Norma Piacentini es basquetbolista.
–¿Del equipo?
–Sí, entró la semana pasada. Me dijo Matías que lo tenía de compañerito y que era bueno. ¡Comodín!
–¡Los tenés comprados!
–Me voy al muerto directo.
–Como el negro: ahí le hacen el funeral.
–No seas mala perdedora.
–¡Si te voy ganando todavía! ¿Vas a cortar?
–Ya te digo… Este acá…Acá va el doce…tres, cuatro, cinco, otra canastita.
–Me cortás.
–Dejame pensar, Irma.
–No sé qué ponerme para lo de hoy. ¿Estará fresco?
–Yo me iba a poner el conjuntito verde. Pierna de ases.
–¿Hugo irá con Norma?
–Qué partidazo se agarró ella, eh.
–Hay que ver cuánto le dura.
–Corto.
–Yo sabía. Pobre.
–Apagá esa tele, que es triste. ¿Hago unos mates?
–Dale.
–Uno es bastante más alto, y más buen mozo.
–Para mí son todos iguales. Si el de rojo estuviera de azul, no los distingo. Canasta.
–Te tocan todos los comodines. Para mí, el más alto se parece un poco a Hugo.
–¿A Hugo?, ¿qué decís?
–Que tiene un aire. Pasame esa pilita.
–¡Ay, Irma! ¿Dónde le ves el aire? ¡Es un negro africano!
–No es africano, es yanqui.
–Da igual.
–Es por la actitud, por ese gestito con la ceja que le hace a la chica, como que se las sabe todas.
–Salí. Estás delirando. Tu turno.
–Ah, sí.
–Con lo blanquito que es Hugo. Y aparte no le gusta la violencia ni la policía.
–No me refería a eso. Igual, ahora anda enamorado, tal vez es porque le empezaron a gustar las esposas. Bah, las divorciadas. ¡Jaja! ¡Canasta pura!
–No te puedo creer.
–Y si me tiraste el siete rojo, ¿no viste que venía juntando?
–Lo de Hugo, digo, ¿qué es eso?
–Te toca.
–Sí.
–Que parece que se está viendo con esa del club, la nueva.
–¿Norma Piacentini? ¿Pero es algo serio?
– Qué sé yo, Tere. Bueno, levanto todo este pozo, eh.
–Si siempre fuiste de levantar los pozos.
–Y me va bien.
–¿Cómo sabés?
–Porque te voy ganando.
–Lo de Hugo te digo, Irma, que cómo sabés lo de Hugo.
–¡Ah! Estábamos con Arnoldo el domingo, y los vimos tomando algo en el bar. Ella le hacía carita.
–Quizás se encontraron esa vez nomás, de casualidad.
–Mirá, parecían estar en confianza. Después vimos que él se subía al auto de ella. Ay, ahí viene la escena en la que se muere el negro. Mirá ese gesto, ¿no te digo que es igual a Hugo?
–No me gustan las películas en las que mueren los protagonistas, ¿qué necesidad? Apaguemos.
–Ya termina. Qué fichas horribles.
–El hijo de Norma Piacentini es basquetbolista.
–¿Del equipo?
–Sí, entró la semana pasada. Me dijo Matías que lo tenía de compañerito y que era bueno. ¡Comodín!
–¡Los tenés comprados!
–Me voy al muerto directo.
–Como el negro: ahí le hacen el funeral.
–No seas mala perdedora.
–¡Si te voy ganando todavía! ¿Vas a cortar?
–Ya te digo… Este acá…Acá va el doce…tres, cuatro, cinco, otra canastita.
–Me cortás.
–Dejame pensar, Irma.
–No sé qué ponerme para lo de hoy. ¿Estará fresco?
–Yo me iba a poner el conjuntito verde. Pierna de ases.
–¿Hugo irá con Norma?
–Qué partidazo se agarró ella, eh.
–Hay que ver cuánto le dura.
–Corto.
–Yo sabía. Pobre.
–Apagá esa tele, que es triste. ¿Hago unos mates?
–Dale.
jueves, 4 de octubre de 2012
Yo tengo fe en el poder transformador de la literatura
"Creemos que hay muchísimos libros luminosos aguardando a ser leídos, autores fascinantes y editores inquietos que tienen fe, como nosotros, en el poder trasformador de la literatura. Nos impulsa una idea: convertir la lectura en un viaje delirante a través del espacio. Creemos en exacerbar el imaginario. En llevarte, como a un cosmonauta urbano, al último planeta del sistema solar: Plutón."
viernes, 28 de septiembre de 2012
Ya no se puede escribir en ningún lado
¿Llanto fuerte mata conjuntivitis?
De qué va:
De Male en peor
2
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martes, 4 de septiembre de 2012
Cuestión de géneros
Ayer me lo encontré a Don Julio y casi le cuento. Casi le cuento que uno de los vecinos, uno que hasta ahora no había cobrado protagonismo, apareció en escena con todo, haciendo de la comedia que venían armando los integrantes de mi edificio nazi, un thriller psicológico. Pero no le dije nada. Simplemente, que debía saber algo que había ocurrido la semana anterior. Le cambió la cara al viejo, se puso contento ante el advenimiento de un gran chisme, de una primicia. Más tarde se lo encontró a Martín y le anotó el número de su casa en un papelito "por si hay algo que haya pasado o pudiera pasar".
La cosa fue así: salgo de mi departamento y "El señor del siete" me está esperando sentado dentro de su casa, casi en el palier, con la puerta abierta y -pequeño detalle- con una cuchilla de cocina en la mano. Luego me entero de que la espera es para protestar por la forma en que cierro siempre mi puerta, la silla, para no esperar tanto tiempo parado, y el cuchillo, para enfatizar su amenaza: "Si seguís cerrando de esa manera te voy a denunciar a la policía por ruidos molestos", dijo y levantó el arma. Dos cosas a mí favor: una, yo estaba con un amigo, y dos, este hombre no estaba en pelotas. Vale la aclaración porque cada vez que lo cuento la gente me pregunta si estaba desnudo. Rara la gente. No, no lo estaba. Si la película de terror todavía no fue descartada, la idea de una porno ya podemos dejarla de lado.
Yo lloré lo suficiente, durante y concluida la escena, como para que no falte un componente de melodrama. Mi mamá, convencida de que se trata de un policial de acción, quiere ir a tocarle el timbre al hombre, se cree Bruce Willis. Mi papá me acompañó a la comisaría pero no me tomaron la denuncia. Ahora hay que ir con un fiscal, todo está por convertirse en una de abogados.
Por lo pronto, estuve mirando nuevos departamentos para mudarme de este edificio demencial y la verdad es que los precios de los alquileres son un chiste, puede que mi vida siga siendo una sitcom. Una sitcom de bajo presupuesto.
No sé quién está guionándolo todo pero le pido que por favor se apiade, que transforme mi existencia en una comedia romántica de esas que vemos mil veces sin cansarnos. No te digo Notting Hill, puede ser algo un poco más indie pero, en todo caso, que tenga un final feliz. O que a la felicidad se acerque. Eso quisiera asegurarme, al menos. Algo así.
La cosa fue así: salgo de mi departamento y "El señor del siete" me está esperando sentado dentro de su casa, casi en el palier, con la puerta abierta y -pequeño detalle- con una cuchilla de cocina en la mano. Luego me entero de que la espera es para protestar por la forma en que cierro siempre mi puerta, la silla, para no esperar tanto tiempo parado, y el cuchillo, para enfatizar su amenaza: "Si seguís cerrando de esa manera te voy a denunciar a la policía por ruidos molestos", dijo y levantó el arma. Dos cosas a mí favor: una, yo estaba con un amigo, y dos, este hombre no estaba en pelotas. Vale la aclaración porque cada vez que lo cuento la gente me pregunta si estaba desnudo. Rara la gente. No, no lo estaba. Si la película de terror todavía no fue descartada, la idea de una porno ya podemos dejarla de lado.
Yo lloré lo suficiente, durante y concluida la escena, como para que no falte un componente de melodrama. Mi mamá, convencida de que se trata de un policial de acción, quiere ir a tocarle el timbre al hombre, se cree Bruce Willis. Mi papá me acompañó a la comisaría pero no me tomaron la denuncia. Ahora hay que ir con un fiscal, todo está por convertirse en una de abogados.
Por lo pronto, estuve mirando nuevos departamentos para mudarme de este edificio demencial y la verdad es que los precios de los alquileres son un chiste, puede que mi vida siga siendo una sitcom. Una sitcom de bajo presupuesto.
No sé quién está guionándolo todo pero le pido que por favor se apiade, que transforme mi existencia en una comedia romántica de esas que vemos mil veces sin cansarnos. No te digo Notting Hill, puede ser algo un poco más indie pero, en todo caso, que tenga un final feliz. O que a la felicidad se acerque. Eso quisiera asegurarme, al menos. Algo así.
martes, 28 de agosto de 2012
Roberto
Mi mamá contrató a un empleado doméstico. Un chabón. Un chabón que va a ir cada tanto a limpiar y a cocinar a su casa. Se llama Roberto y quiero conocerlo.
De qué va:
De dónde venimos
3
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martes, 14 de agosto de 2012
El bife
Acá la vida es más difícil porque tenemos lo de las estaciones. Estamos atravesados por el clima, eso pasa. Porque no es lo mismo tener todos esos meses de calor que tiene la gente en Centroamérica. Ellos, claro, todo el tiempo con ese sol, el mar, los aperitivos, la musiquita. Nosotros tenemos que esperar medio año para todo. Y ni siquiera nos llega el mar, Alicia. No es que me queje pero la verdad es que nos tocó una vida complicada. Yo con el frío no te salgo, qué querés que te diga. Emponcharme toda como una cebolla. Dios mío, nonono. ¿Dónde guardás todo cuando llegás a un lugar? A mí me da vergüenza cuando veo a la gente sosteniendo mucha ropa abrigada en una reunión. Si al menos tuviera un lindo tapadito. ¿Sabés hace cuánto que no me compro ropa? El otro día le dije al Chelo: ¿sabés hace cuánto que no me compro ropa, Chelo? Había hecho el cálculo: ¡Cuatro años! CUATRO AÑOS, MARCELO. Siguió leyendo el diario, ni pelota. A los tipos esas cosas no les importan. O bueno, no te creas. Ese Tomás, el vecino del cuarto, siempre se viste distinto, por ejemplo. Te juro. Cada vez que me lo cruzo lleva algo que nunca le había visto antes. Un chalcito. Una camperita. Siempre una camperita distinta. ¿No es raro? No es que me lo cruce tan seguido, pero es llamativo, Alicia. ¿De dónde saca la plata? Yo tenía entendido que el padre le pasaba una mensualidad. ¡Toda en ropa se la debe gastar! Trabajar, no trabaja. Eso seguro. Son estas nuevas generaciones, ¿viste? No se interesan por nada, todo es poco para ellos. Yo a su edad, te acordás, me llevaba el mundo por delante. Después, bueno, no sé qué pasó. A ver, esperame un segundito.¡Hernáaaaaaaaaaaaaaaan! ¡Bajá que ya casi está!
No, es que lo tengo Hernán, el chico de la computadora, en la piecita del fondo. No me estaba andando bien la Internet y parece que estaba toda llena de virus. Es bueno, eh. Este sí que sabe. Además es muy respetuoso, me lo recomendó Irene. Estuvo generosa Irene, se está portando bien conmigo. La vez pasada me pasó el número del muchacho este, y con Chelo nos miramos como diciendo "¿Se puso buena la vieja?". Así como te lo cuento, Alicia: agarró, se paró a buscar un papelito, y me dio el número del técnico. No es de mala, pero ahora que enviudó, te digo, no es la misma. Está más inofensiva. Deberías venirte la próxima, de verdad que ya no es tan jodida. Y vos, basta, también, con tanto rencor. Tampoco fue tan grave, che. ¿Qué iba a saber la pobre? Tampoco es un postre tan original. Y aunque supiera, qué tanto. Perate.¡Hernaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaán, ya podés poner la mesa!
Ay, casi me olvido de contarte. ¿A que no sabés quién viene del exterior? Te aviso que no es quien estás pensando, eh. Héctor no vuelve más. Listo. Se acabó esa historia. Y cada vez que puedo te lo digo, ya sé. Es que yo sé lo que pensás, te conozco. Vos porque tenés esa manía de aferrarte a los ideales, a las cosas inexistentes. Mirá, yo te digo una cosa, si seré bruja. El otro día soñé con él. Con Héctor. Viajábamos todos en una camionetita de esas como las de los terroristas. Éramos terroristas. Yo no quería pero Héctor y vos viajaban en los asientos de adelante. Y sólo les interesaba tirar abajo el club. Hacerlo explotar o algo así. Yo creo que se me debe haber mezclado con lo de la cuota de mayo, que me dio tanta bronca. Y bueno, ahora esto. ¿Qué te decía? ¡Ah! ¡Que vuelve Raquel! ¡En septiembre! Es solo un viajecito de paso, parece, porque se casa la sobrina. Le pagan el pasaje, todo. Me enteré por Omar, que también lo invitaron al casorio. A nosotras no nos invitaron y está bien, ¿no? Porque ni la conocemos. Aunque sería lindo ir. Podría ponerme el verde, el que tiene los ribetitos de pana. Ay, pará.No, Hernán, poné los otros, los blanquitos. Los que están ahí arriba en la repisita, ¿ves?
Bueno, te tengo que dejar, que ya está el bife. El chico de la computadora se queda a comer, se ve que va a estar toda la tarde con esto. Al final no me contaste nada. ¿Vos cómo estás? A la noche te pego un llamadito y me contás bien lo de la baulera. Me imagino que debés estar como loca. Yo no podría con tanto cachivache. Prefiero donarlo todo. El otro día dije "Basta", y tiré las repisas esas que las venía guardando para cuando Chicho viniera a colocarlas. Al ratito ya se las habían llevado. Es lindo hacer caridad. Porque al final nadie te ayuda. Estamos solas, Alicia. No hay vuelta que darle. Bueno. Después seguimos, te dejo.
No, es que lo tengo Hernán, el chico de la computadora, en la piecita del fondo. No me estaba andando bien la Internet y parece que estaba toda llena de virus. Es bueno, eh. Este sí que sabe. Además es muy respetuoso, me lo recomendó Irene. Estuvo generosa Irene, se está portando bien conmigo. La vez pasada me pasó el número del muchacho este, y con Chelo nos miramos como diciendo "¿Se puso buena la vieja?". Así como te lo cuento, Alicia: agarró, se paró a buscar un papelito, y me dio el número del técnico. No es de mala, pero ahora que enviudó, te digo, no es la misma. Está más inofensiva. Deberías venirte la próxima, de verdad que ya no es tan jodida. Y vos, basta, también, con tanto rencor. Tampoco fue tan grave, che. ¿Qué iba a saber la pobre? Tampoco es un postre tan original. Y aunque supiera, qué tanto. Perate.¡Hernaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaán, ya podés poner la mesa!
Ay, casi me olvido de contarte. ¿A que no sabés quién viene del exterior? Te aviso que no es quien estás pensando, eh. Héctor no vuelve más. Listo. Se acabó esa historia. Y cada vez que puedo te lo digo, ya sé. Es que yo sé lo que pensás, te conozco. Vos porque tenés esa manía de aferrarte a los ideales, a las cosas inexistentes. Mirá, yo te digo una cosa, si seré bruja. El otro día soñé con él. Con Héctor. Viajábamos todos en una camionetita de esas como las de los terroristas. Éramos terroristas. Yo no quería pero Héctor y vos viajaban en los asientos de adelante. Y sólo les interesaba tirar abajo el club. Hacerlo explotar o algo así. Yo creo que se me debe haber mezclado con lo de la cuota de mayo, que me dio tanta bronca. Y bueno, ahora esto. ¿Qué te decía? ¡Ah! ¡Que vuelve Raquel! ¡En septiembre! Es solo un viajecito de paso, parece, porque se casa la sobrina. Le pagan el pasaje, todo. Me enteré por Omar, que también lo invitaron al casorio. A nosotras no nos invitaron y está bien, ¿no? Porque ni la conocemos. Aunque sería lindo ir. Podría ponerme el verde, el que tiene los ribetitos de pana. Ay, pará.No, Hernán, poné los otros, los blanquitos. Los que están ahí arriba en la repisita, ¿ves?
Bueno, te tengo que dejar, que ya está el bife. El chico de la computadora se queda a comer, se ve que va a estar toda la tarde con esto. Al final no me contaste nada. ¿Vos cómo estás? A la noche te pego un llamadito y me contás bien lo de la baulera. Me imagino que debés estar como loca. Yo no podría con tanto cachivache. Prefiero donarlo todo. El otro día dije "Basta", y tiré las repisas esas que las venía guardando para cuando Chicho viniera a colocarlas. Al ratito ya se las habían llevado. Es lindo hacer caridad. Porque al final nadie te ayuda. Estamos solas, Alicia. No hay vuelta que darle. Bueno. Después seguimos, te dejo.
De qué va:
De mentira
5
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miércoles, 13 de junio de 2012
Ocho más
Yo rechacé totalmenente la realidad que me tocó vivir. Las comedias, los musicales: esto para mí pasó a ser la realidad. Lo otro, el pueblo, era como un western al que yo había entrado por error, una película de la que no me podía salir. Solamente me sentía cómodo en el refugio de la penumbra del cine.
Manuel Puig
IMPALPABLE
8 nuevas funciones
8 nuevas funciones
Sábados 20:30 hs en VERAVERA teatro, Vera 108
Pueden reservar sus entradas haciendo click ACÁ
Un trío de sinceras actuaciones, fieles a una realidad
donde el género femenino
sólo tenía la opción de reprimir sus impulsos, sus deseos, sus palabras.
Una obra tan dulce como consistente.
Una obra emocionante, cargada de dramatismo y una sutil belleza.
Cecilia Martínez Ruppel para Newsweek
En Impalpable se ponen en cuestión atributos de lo etéreo
y, a la vez, el choque de frente con la materialidad del mundo.
Un retrato perfecto de la vida de pueblo en los años '50,
cargada con dosis iguales de dulzura, patetismo e ironía.
Como un elefante que de pronto avanza en estampida,
Impalpable es una obra que crece en volumen y, ante el menor
descuido,
pisa el corazón del espectador con una sensibilidad asombrosa.
Una pieza recomendable porque conviven en ella la sutileza y los excesos;
la ternura y el patetismo; la forma y el contenido; lo real y lo
cinematográfico;
el reflejo de lo que somos y el fantasma de lo que nunca seremos.
Un trabajo de gran belleza visual, una puesta atractiva e inteligente
que aprovecha al máximo los recursos con los que cuenta.
Una propuesta estética que emana sensualidad.
MUY BUENA. Una obra seductora, bella.
Todos los elementos son hermosos, luminosos, vivos.
Un trabajo de iluminación casi cinematográfico.
Escenografía: Gonzalo Cordoba Estévez
Música original: Nicolas Bari, Matias Niebur
Fotografía: Natalia Rubinstein
Diseño de luces: Sandra Grossi
Operación de luces: Miguel Ángel Madrid
Asistencia de escenario: Angie Vons
Producción: Mariana Eramo
Música original: Nicolas Bari, Matias Niebur
Fotografía: Natalia Rubinstein
Diseño de luces: Sandra Grossi
Operación de luces: Miguel Ángel Madrid
Asistencia de escenario: Angie Vons
Producción: Mariana Eramo
Dramaturgia: Catalina Alexander, Maria Elisa Bressán, Sergio Calvo, Ignacio De Santis, Malena Schnitzer
martes, 12 de junio de 2012
La era de la bolodez
Me reconocieron en el subte
el mismo día en que se murieron Estela Raval y Ray Bradbury.
Bueno. Así es el equilibrio en el mundo de
LA FAMA.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Tratame bien
Hoy me llamó psicóloga mía y cuando vi su nombre en el celular me di cuenta de que me había olvidado por completo de ir a la sesión.
Male
Ay, Leonor, me re olvidé.
QUE NO ME COBRE QUE NO ME COBRE
Leonor
Tenés la cabeza en cualquier lado.
Male
Jeje, sí, sí, la verdad que sí.
PARA ALGO TE PAGO HIJADEPUTA
Leonor
Te vi el sábado.
Male
¿Cómo?
WTF
Leonor
Que te vi el sábado en la tele.
Male
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah jajajaja!
LA CONCHA DE LA LORA
Qué gracioso.
OMFGGGGGGGGGGG
Bueno, podría ir el jueves a esta hora, ¿te parece?
CAMBIEMOS DE TEMA LA PUTA MADRE QUE LO PARIÓ
Leonor
Dale, no hay problema. A las 11.30 entonces.
Un beso.
Male
Hasta el jueves.
DIOS SANTO Y LA VIRGEN PUTA.
......
MI VIDA ES MUY CUALQUIERA
viernes, 11 de mayo de 2012
El catering de los Don Nadies
Hoy me dieron de comer dos panchos. Dos panchos es mucho peor que las tres empanadas de Esperando la carroza, ¿nocierto? WAIT, NO RESPONDAN.
De qué va:
De Male en peor
3
agregaron sus cositas
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