viernes, 28 de septiembre de 2012

martes, 4 de septiembre de 2012

Cuestión de géneros

Ayer me lo encontré a Don Julio y casi le cuento. Casi le cuento que uno de los vecinos, uno que hasta ahora no había cobrado protagonismo, apareció en escena con todo, haciendo de la comedia que venían armando los integrantes de mi edificio nazi, un thriller psicológico. Pero no le dije nada. Simplemente, que debía saber algo que había ocurrido la semana anterior. Le cambió la cara al viejo, se puso contento ante el advenimiento de un gran chisme, de una primicia. Más tarde se lo encontró a Martín y le anotó el número de su casa en un papelito "por si hay algo que haya pasado o pudiera pasar".

La cosa fue así: salgo de mi departamento y "El señor del siete" me está esperando sentado dentro de su casa, casi en el palier, con la puerta abierta y -pequeño detalle- con una cuchilla de cocina en la mano. Luego me entero de que la espera es para protestar por la forma en que cierro siempre mi puerta, la silla, para no esperar tanto tiempo parado, y el cuchillo, para enfatizar su amenaza: "Si seguís cerrando de esa manera te voy a denunciar a la policía por ruidos molestos", dijo y levantó el arma. Dos cosas a mí favor:  una, yo estaba con un amigo, y dos, este hombre no estaba en pelotas. Vale la aclaración porque cada vez que lo cuento la gente me pregunta si estaba desnudo. Rara la gente. No, no lo estaba. Si la película de terror todavía no fue descartada, la idea de una porno ya podemos dejarla de lado.

Yo lloré lo suficiente, durante y concluida la escena, como para que no falte un componente de melodrama. Mi mamá, convencida de que se trata de un policial de acción, quiere ir a tocarle el timbre al hombre, se cree Bruce Willis. Mi papá me acompañó a la comisaría pero no me tomaron la denuncia. Ahora hay que ir con un fiscal, todo está por convertirse en una de abogados.

Por lo pronto, estuve mirando nuevos departamentos para mudarme de este edificio demencial y la verdad es que los precios de los alquileres son un chiste, puede que mi vida siga siendo una sitcom. Una sitcom de bajo presupuesto.

No sé quién está guionándolo todo pero le pido que por favor se apiade, que transforme mi existencia en una comedia romántica de esas que vemos mil veces sin cansarnos. No te digo Notting Hill, puede ser algo un poco más indie pero, en todo caso, que tenga un final feliz. O que a la felicidad se acerque. Eso quisiera asegurarme, al menos. Algo así.
 
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