domingo, 28 de febrero de 2010

viernes, 26 de febrero de 2010

Moralismo al palo

El otro día, después de tener que relatarle en resumidas cuentas mis andanzas mexicanas, confirmé la teoría de que Julio, mi vecino, fue milico en sus tiempos mozos.   Es cierto que a lo largo de estos años de convivencia, ya nos había dado una y otra y otra y miles de razones para pensar que  detrás de ese halo de nobleza gauchezca existía un facho importante. Las últimas fueron: la nota manuscrita, también sobre papel cuadriculado y con el sellito del consorcio, que alertaba sobre la "pronta llegada de la INVASIÓN DE CUCARACHAS DEL VECINARIO" (sic),  y que me perdí de fotografiar -una pena-; y el cartelito (lo enmarcaron porque va a estar para siempre, parece) que descansa sobre la reja nueva y pide encarecidamente que los vecinos velemos por la SEGURIDAD DEL EDIFICIO. Aun así, me pareció jevi que el man efectivamente hubiera pertenecido al ejército. Miedo.

Y más miedo otra, sutil, pero contundente, porque quizás todo lo explique: hoy, mirando el resumen de mis expensas, me detuve un touch en la lista de titulares y por primera vez miré su apellido:

"MORALES"
Julio Morales se llama el muy hijo de puta.
Como muy obvio, ¿no?

En fin, creo que para el caso le quedaría tantísimo mejor Julio Alpedo, por ejemplo. No sé. Podemos hacer una lista de sugeridos y, si me animo, hasta la pincho en la cartelera del hall.

martes, 23 de febrero de 2010

In math we trust

SMS de Frank:

Bu. Hang in there, el prox q toque, al menos por estadística, tiene que ser normal. Lov iu amiga.

lunes, 22 de febrero de 2010

La revolución

es tener que abrir el taller a las 7am porque una compa está de vacaciones y, llegado el lunes, olvidarte de hacerlo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Dos cosas muy buenas y una un poco mala.

En principio, haberme tomado un colectivo con aire acondicionado. Chequear línea 140: se zarpa.
Otra, el instante en el que uno decide caminar bajo la tormenta para terminar empapado como si se hubiera metido en una pileta olímpica con ese vestido y esas sandalias nuevas.

La última: no tener ni cable ni interné, y que los parlantitos de tu computadora suenen tan bajo. Decí que hay planes.

martes, 16 de febrero de 2010

Maratón de arte


Estaré leyendo un cuentito junto a Cata Alexander, que canta divino.

lunes, 8 de febrero de 2010

Upa

Tenía el re material. Eso de que cuando el sábado a la noche salí de la ducha y decidí qué ponerme,  fui a abrir la bolsa del laverrap y me encontré con un calzoncillo rojo que no era mío, un toallón con palmeras, remeras varias, todo feo y de varón, y ninguno de mis vestidos, ni mi lonita de playa, ni todas mis musculosas, que son tres. Digamos que me habían dado cualquier bolsa. Y que tuve mucho miedo de perder mi placard entero. Miedo de muerte. Y que esa misma noche, pero más tarde, recibí el cd de las fotos de México, pero que en vez de eso tenía el nuevo capítulo de lost, que además ya había visto. Tan blogger todo. Y bueno. Todo así.  No da. Porque tampoco es que quiero ser blogger bajo presión, ¿no? Como que: pará, vida, ¿por qué no te relajás un toque? Porque, ¡upalalá!, ¿no? Digo: ¿qué pasá acá? Qué pasa acá. Podrías onda... relajarte un touch. O sea, aflojar. Parar un toque la moto, ¿no? Como que no tenés que ser taaaaan así, tampoco. No hay necesidad. Como que te zarpás. Digo. Tranca. Tranca, ¿ok? Tranca. Gracias.

jueves, 4 de febrero de 2010

Bailemos


Mi tema favorito del viaje. Nos acompañó camino a San José del Pacífico, en la combi de la muerte, y después lo reconocimos en una farmacia de Tulum que a la noche saca los parlantes a la calle. La música llega hasta El rincón chiapaneco, donde venden las quesadillas más  ricas del pueblo.

lunes, 1 de febrero de 2010

Souvenir

Siendo sincera, pensé que me arrebatarían unas ganas locas de suicidarme: balconear hasta caer en medio de Hipólito Yrigoyen, aplastada por la mochila; morir aferrada al bolso de mano, mejor, con los vasitos de mezcal destrozados en el pecho. Clavarme, después de repatir los regalitos en el taller, una chapa de la oficina en la sien, por ejemplo. Algo así, algo trágico.
Pero no. Raro. Es como si en sangre todavía hubiera una alta dosis de luna llena y plateada sobre mar fluorecente de paraíso tulumeño. O quizás el humo de la pipa del Subcomandante Marcos funcione como escudo chiapaneco a distancia. ¿El gran Quetzalkoatl me estará lanzando plegarias en tzotzil para protegerme de la furia del tiempo desde el Valle de Teotihuacán? Tal vez es Danny que, con la certeza de que el amor es más fuerte, me sigue dedicando cumbias frente al volante de su taxi. Lo sé, también puede pasar que el orgullo de haber hecho entrar todo el mercado de San Cristobal en la mochila que tuve por casa me esté encegueciendo. Que no me esté dando cuenta. O será que todavía sigo desmayada por haber hecho topless frente a las cámaras.  O por haber probado tantas quesadillas, tanto aguacate, tanto tequila.  O que el té de hongos de San José se dignó finalmente a prender, con un poco de delay, y entonces deliro que la vida puede ser linda también acá, en esta ciudad repleta de porteños, sin plaia, ni selva, ni chidos, ni néctar de manzanas, ni agüita de piña, pero con Fernet. No sé. Algo está pasando, que volver es con la frente llena de flores frescas que se toman con soda, y que espero duren: tengo un florero de cerámica oaxaqueño, que llegó sanísimo y salvo, en donde quedarían divinas.
 
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