En principio, haberme tomado un colectivo con aire acondicionado. Chequear línea 140: se zarpa.
Otra, el instante en el que uno decide caminar bajo la tormenta para terminar empapado como si se hubiera metido en una pileta olímpica con ese vestido y esas sandalias nuevas.
La última: no tener ni cable ni interné, y que los parlantitos de tu computadora suenen tan bajo. Decí que hay planes.
sábado, 20 de febrero de 2010
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