jueves, 18 de octubre de 2012

Partidazo

–Yo no tengo nada contra ellos, no es eso, pero así, todos del mismo color, no los puedo reconocer, Irma, tienen la misma boca también, toda gruesa, ¿qué querés que te diga? Le bajo el volumen, que con los tiroteos no puedo pensar.

–Uno es bastante más alto, y más buen mozo.

–Para mí son todos iguales. Si el de rojo estuviera de azul, no los distingo. Canasta.

–Te tocan todos los comodines. Para mí, el más alto se parece un poco a Hugo.

–¿A Hugo?, ¿qué decís?

–Que tiene un aire. Pasame esa pilita.

–¡Ay, Irma! ¿Dónde le ves el aire? ¡Es un negro africano!

–No es africano, es yanqui.

–Da igual.

–Es por la actitud, por ese gestito con la ceja que le hace a la chica, como que se las sabe todas.

–Salí. Estás delirando. Tu turno.

–Ah, sí.

–Con lo blanquito que es Hugo. Y aparte no le gusta la violencia ni la policía.

–No me refería a eso. Igual, ahora anda enamorado, tal vez es porque le empezaron a gustar las esposas. Bah, las divorciadas. ¡Jaja! ¡Canasta pura!

–No te puedo creer.

–Y si me tiraste el siete rojo, ¿no viste que venía juntando?

–Lo de Hugo, digo, ¿qué es eso?

–Te toca.

–Sí.

–Que parece que se está viendo con esa del club, la nueva.

–¿Norma Piacentini? ¿Pero es algo serio?

– Qué sé yo, Tere. Bueno, levanto todo este pozo, eh.

–Si siempre fuiste de levantar los pozos.

–Y me va bien.

–¿Cómo sabés?

–Porque te voy ganando.

–Lo de Hugo te digo, Irma, que cómo sabés lo de Hugo.

–¡Ah! Estábamos con Arnoldo el domingo, y los vimos tomando algo en el bar. Ella le hacía carita.

–Quizás se encontraron esa vez nomás, de casualidad.

–Mirá, parecían estar en confianza. Después vimos que él se subía al auto de ella. Ay, ahí viene la escena en la que se muere el negro. Mirá ese gesto, ¿no te digo que es igual a Hugo?

–No me gustan las películas en las que mueren los protagonistas, ¿qué necesidad? Apaguemos.

–Ya termina. Qué fichas horribles.

–El hijo de Norma Piacentini es basquetbolista.

–¿Del equipo?

–Sí, entró la semana pasada. Me dijo Matías que lo tenía de compañerito y que era bueno. ¡Comodín!

–¡Los tenés comprados!

–Me voy al muerto directo.

–Como el negro: ahí le hacen el funeral.

–No seas mala perdedora.

–¡Si te voy ganando todavía! ¿Vas a cortar?

–Ya te digo… Este acá…Acá va el doce…tres, cuatro, cinco, otra canastita.

–Me cortás.

–Dejame pensar, Irma.

–No sé qué ponerme para lo de hoy. ¿Estará fresco?

–Yo me iba a poner el conjuntito verde. Pierna de ases.

–¿Hugo irá con Norma?

–Qué partidazo se agarró ella, eh.

–Hay que ver cuánto le dura.

–Corto.

–Yo sabía. Pobre.

–Apagá esa tele, que es triste. ¿Hago unos mates?

–Dale.

jueves, 4 de octubre de 2012

Yo tengo fe en el poder transformador de la literatura

"Creemos que hay muchísimos libros luminosos aguardando a ser leídos, autores fascinantes y editores inquietos que tienen fe, como nosotros, en el poder trasformador de la literatura. Nos impulsa una idea: convertir la lectura en un viaje delirante a través del espacio. Creemos en exacerbar el imaginario. En llevarte, como a un cosmonauta urbano, al último planeta del sistema solar: Plutón."

 
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