sábado, 31 de octubre de 2009

Ahora todos estamos bailando Gilda

Vamos a una fiesta en la que tenés que tener un doctorado en filosofía para poder servirte una copa de vino. Te obligan a escuchar las lecturas. A sentarte. Atomarte un break de quince minutos. A sentarte de nuevo. Más adelante por favor, acá todavía hay lugar. Les pido que se sienten. Les pido que vayan pasando. Les pido que aplaudan a este cantautor,  a este perverso que se sabe malo, que es consciente de que hace las peores canciones de la historia e igual me las canta en la jeta. Forrrrrros. Son unos forros todos. Nazis. En un momento, no sabemos cómo -literlamente no sabemos cómo- pero estamos yendo a las cuatro de la mañana a comprar cigarrillos, con las llaves de la casa en la mano. No tenemos plata, no tenemos documentos. Y una de nosotras piensa intensamente que esto es peligroso. Pero no, sólo que no sabemos dónde estamos paradas y tenemos en la mano las llaves de una casa, a cuyo dueño no conocemos pero nos cae bastante mal. En la fiesta, la gente hace comparaciones entre lo cuantitativo y lo cualitativo, y nombra constantemente a un profesor que está por llegar, pero que al final nunca viene. Hay un chico con un jopo que nos hace chistes sin parar; pero a nosotras, Marta nos convidó esa cosa que Joaquín, el idóneo, armó tan prolijamente. Entonces nosotras al chico del jopo ya no podemos seguirlo. No sabemos por qué insiste tanto con sus chistes. No podemos parar de reírnos. No de los chistes. De otras cosas. A una de nosotras la retan dos veces. También hay un francés, con el que competimos por ver quién traduce mejor una frase desde el español. Gana él. Los demás, todos putos. Marta dice: "y nosotras con estos vestidos; acá hay mucha competencia pero nada por competir", y tiene razón.  Lo del taxista. Estamos en el auto y el conductor no conoce ni una de las calles que nombramos. Hay que explicarle, y eso es realmente complicado. A la izquierda, Jufre, señor. No, la otra. ME ESTOY OLVIDANDO. En un momento nos hacemos amigas de la hija de Ozzy Osbourne. Las dos queremos ir al baño, pero está ocupadísimo. Entonces ella se va de la cola, se resigna. Yo también, yo me copio. Y en un momento vuelvo, ya no me aguanto. Ella está también,  nos reencontramos. Ahora tenemos más ganas. Cuando él sale, ella me deja pasar. Es re buena onda. Después la vemos chapando en el medio de la pista, tan punk, tan Osbourne. Entonces, repasemos: la hija de Ozzie, el jopo, el francés, el taxista, el cualitativa-cuantitativamente, el cantautor, el de las llaves, y Marta. Ok. ¿Me olvide de algo? Ah, la hija de Mex Urtizberea está también.

jueves, 29 de octubre de 2009

El techo de chapa no da

Si no respondo nunca más es porque morí, así, de una, bajo este techo del orto.


Y nunca aprendí a andar en bici.

miércoles, 28 de octubre de 2009

De este lado del mundo



 Del otro lado de Rivadavia los nombres no son los mismos, se dijo, y celebró la ocurrencia que, aunque literal, le pareció inspiradora. ¿Y si los hombres –a la humanidad se refería- tampoco lo fuésemos? ¿Y si de una esquina a otra, después de atravesar la senda peatonal, nuestras vidas cambiaran de rumbo drásticamente? Venía cantando bajito ese tema de Mannequin y tanto existencialismo la hizo callar.

La avenida estaba vacía. Es un decir, no estaba vacía. Pero aunque ella y el mundo intentaran imprimirle un poco de gracia -ella caminando rápido; el mundo programando capítulos repetidos de los Simpson-, no había caso, los domingos siempre llevaban ese gusto a negocio cerrado en el aire.  Dobló por Castrobarros. Le gustaba esa cuadra cuando recién anochecía y los faroles pincelaban con naranja las baldosas rotas. ¿Tan tarde era? Miro el reloj. Sí, diez para las ocho y media. Apuró más el paso y deseó que, por Dios, él fuese impuntual: hacer la cama, levantar ropa tirada, sacar de la heladera esa torta que quedó desde el cumpleaños, esconder diario íntimo, esconder foto de Nacho, esconder caja de pizza delatora de sábado anterior muy deprimente frente a serie estadounidense, esconder, esconder bastante. El vino, cierto. Comprar un vino antes de llegar. No. Mejor pasar por el laverrap donde había dejado la calza esa, la gris.  No, no importaba. Se pondría otra. Se pondría la negra. La negra con el vestido escote en V le quedaba bien. La estilizaba. Estoy bien, y se dio una palmadita imaginaria que le hizo soltar un sí en voz alta. Ya estaba en la puerta de su casa.

Cuanto más chica la cartera, más difícil encontrar las llaves. En ese lugar diminuto parecía extenderse una especie de dimensión desconocida donde los objetos tendían a desaparecer. Sacó la billetera. Calma. ¿Por qué guardaba tantos boletos de subtes y colectivos? Sacó la agenda. Se puso el celular entre el mentón y el pecho. ¿Dónde las había metido? En los bolsillos. No, no estaban. OK, calma, calma. Respiró hondo. Lo mejor sería agacharse e ir apoyando las cosas en el piso para revisar mejor porque era obvio que estarían ahí adentro, era obvio que las encontraría y se reiría de sí misma como diciendo “soy tremenda”. Miró el teléfono, eran las ocho y veintisiete.

Vio la montaña de objetos y papeles apilada en la vereda y se acordó. En la mesa ratona. El llavero lo había dejado en la mesa ratona de la casa de Laura cuando desesperada por leer ese mensaje de texto no encontraba el aparato, y había decidido también sacar cosas de la carterita. “Dale, 8.30 estoy. Pasame la dire”. Y ahora quería morir.  Es un decir, morir no quería pero tenía puesto ese jogging. El jogging azul –azul desteñido- que sólo usaba de piyama y que había decidido sacar a la calle por un error matutino imperdonable. Cada vez que se despertaba tarde hacía eso de vestirse mal, no podía evitarlo. Se acordó del departamento de Lacroze y de  su mamá tirándole medias a la basura: “Ay, Dolores, por favor, mirá si algún día tenés un accidente y los médicos te ven con esto”.  Algún día era hoy, y los médicos eran Julián, que venía caminando desde allá. Que no fuera, por Dios, que no fuera.

Y no era. Julián era mucho más alto. Y de cara nada que ver. Además Julián no caminaba nunca con las dos manos en los bolsillos del pantalón. Julián tenía manos delgadas y dedos largos. Y tenía las uñas siempre cortitas, prolijas, ¿se las limaba? Julián tenía un andar muchísimo más alegre. Bueno, alegre no; pero sus movimientos eran más bien libres. Eso: Julián era libre. 

– ¿Qué perdiste, vos?

Enseguida giró la cabeza: sí que era. Le sonrió.

– Ay, hola.

Él le ofreció la mano para levantarla; ella la aceptó, y mientras se paraba sintió cómo el desteñido del jogging se erguía también. Se dieron un beso en la mejilla.

– ¡Qué puntualidad, eh!

 – Ah, ¿viste? No sé qué me agarró, si siempre llego tarde. ¿Qué hacías ahí abajo?, ¿estás bien?

 – Sí, sí. No, todo bien, todo bien. Es que justo…Porque venía del gimnasio, ¿viste? ¡Llegué justo!

– ¡Uy, te agarré!

– Pero no, todo bien, no hay problema. Las llaves buscaba. Es que tuve un día. Y ahora las llaves, ¿podés creer?

– ¿Qué con las llaves?

– No, que no están. No las tengo.

– Uuuuh, me estás jodiendo. ¿Qué, nos quedamos encerrados?

¿Nos quedamos? ¿Qué, él se sentía parte de su problema? ¿Él se sentía parte de su vida? La mentira sobre su actividad deportiva, su pelo desprolijo, todo resultaba exagerado.

– Sí, te juro. No aparecen.

– ¿Pero revisaste bien ahí adentro? A ver, dejame ver.

La cartera no, Julián. Ella se apartó un poco. Revisarle la cartera también era una exageración.

–No, sí, revisé, saqué todo, te juro que no están, creo que las dejé en lo de una amiga.

Ella se mordió los labios y movió la cabeza como diciendo “soy un desastre”.

– Soy un desastre.

– Qué garrón, che, qué garrón.

– Sí, perdón.

–Justo que vine. Bueno, no sé. Uf.

– Sí…

– Bueno, ¿paso otro día? ¿O cómo hacemos?

– ¡No!... No, no. Bah, en realidad, sí. Bueno, como quieras. Laura vive a media hora, en realidad; pero como quieras, obvio. No sé, puedo pasar a dejártelos yo, si no.

– No, qué vas a ir vos hasta Ramos, no.

– …

– …


Un silencio sepulcral.

 Es un decir, nadie había muerto. Pero a él se lo veía pensar y eso no era nada bueno. No fluye, no fluye, y él abría los ojos más grandes cada tanto como si estuviera intentando resolver un acertijo imposible. Dolores lo miraba. Lo miraba intensamente y ya se había olvidado del jogging, de las pizzas, de todo.  Y de pronto pensó en que quizás ése podría ser, al fin, el momento Rivadavia de su vida: “Entonces yo estaba ahí, estaba toda hecha un desastre en la puerta, con mi pijama desteñido, y no encontraba las llaves y no había llegado a comprar el vino ni nada, y mi casa era cualquiera, y él había venido a buscar unos apuntes para el final del jueves y, bueno, él se hacía el que pensaba, como que se hacía el que estaba en otra pero la cosa no fluía, no fluía, y de repente se me acercó y me dijo: qué me importan los apuntes. Y me agarró y…”

– No, dejá, dejá…

– Dejá, ¿qué?

– No, que todo bien, que no importa.

– Pero pasamos por lo de Laura, es un segundo…

– No, no, es que encima estoy llegando tardísimo. Me arreglo con lo que fui anotando yo, ya fue.

¿Tarde a dónde, Julián? ¿Qué, ahora tenía que sentirse afortunada? ¿ahora ella debía aliviarse porque, ya que su cita potencial no se llevaba a cabo del modo más romántico, era preferible  que no se llevara a cabo en absoluto? 

­­– Ah, claro, si estabas apurado…

– Sí, tenía un cumple.

¿Tenía? Julián se llevó una de sus prolijas manos a la cabeza, como dando a entender que estaba sufriendo. Si sufría tanto ¿por qué no se iba de una vez y la dejaba llorar tranquila? Sé claro, Julián. Dolores tenía la sensación de que, aun habiendo elegido el pantalón correcto aquella mañana, aun habiendo llevado consigo las llaves en su cartera, la vida se las hubiera arreglado para jugarle una mala pasada, como hacía meses. No, ¿qué meses? Años. Hacía años que por hache o por be, todo parecía salirle a la larga -y a la corta también- bastante mal, como si fuese una cuestión de suerte. Sólo que de mala suerte siempre; y de la buena, nunca. Como si ya ni de suerte se tratara, en realidad.

– Es más: salgo ahora porque si no mi chica me mata.

– Ah… Ok, dale.

– ¿Sabés  dónde está Rivadavia?


Se había venido la noche. Pero esto un decir no es: el sol efectivamente se había escondido del todo. Dolores le indicó  a Julián la ubicación de la parada del 151 y se quedó en la puerta del edificio pensando cómo seguir. Por inercia buscó el celular en su carterita. No aparecía. Ah, no, qué tarada, ahí estaba.  Eran las  ocho y cincuenta y nueve. Sentía ganas de estar mirando los Simpson, o de llorar con mucho ruido, o de las dos cosas juntas. Llamó a su mamá: Disculpe. Su cuenta no posee crédito suficiente para realizar la llamad… Dolores intentó sin éxito reírse de sí misma. Rivadavia estaba del otro lado del mundo.

lunes, 26 de octubre de 2009

el hambre y las ganas de comer

- en menos de un día le pedí autorización a tres chicos diferentes. de la depresión a la prostitución, un camino de ida.

- ah, sí. yo si tuviera a quién venderme me regalaría.

Creo que la tercera botella de vino estuvo de más

Lo bueno de haberme caído es que ya no quedaba nadie en la fiesta para atestiguarlo.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Estaría

cerrar la puerta de esta oficina con llave, ubicarme estratégicamente donde no caigan las goteras, cerar los ojos, y dormirme profundamente con el ruido que hace la lluvia sobre el techo de chapa.



Lástima que tengo que trabajar, digamos.

martes, 20 de octubre de 2009

tamboparti



















Sábado 23.30 hs. Serrano 1160.

Después no digan que no avisé.

(tuve ganas de usar esa frase ¿y qué?)

lunes, 19 de octubre de 2009

La valentía

es subirse a un par de rollers después de al menos quince años y dar dos vueltas completas a los lagos de palermo un sábado soleado frente a musculosos jugadores de jockey sobre patines, muchachas en calzas que muestran sus ombligos y se deslizan con fluidez sobre la bicisenda, y sexagenarias que -hay que ser sinceros- la mueven bastante bien.

domingo, 18 de octubre de 2009

Ojalá puedan repetirlo en sus casas

Necesitan de una madre que desafine bastante. O sea, es mejor si es una madre.  El juego se llama Adivinar la canción. Se juega espontáneamente cada vez que vez que la madre quiere referirse a algún tema musical y no recuerda la letra ni al intérprete. Si es en inglés, tanto mejor: la madre se pone a hacer "naaaaaaaaaaaaaa nanaaaá" o "tarararáaaaii tararáaaaaaai", a la vez que con cada una de sus manos eleva el signo de la paz al aire, entrecierra los ojos, y mueve la cabeza hacia arriba y hacia abajo, como afirmando que lo que canta efectivamente existe. Ojo, puede ocurrir que nunca se arribe a una respuesta. A no impacientarse: llegará aquel día en que, por esas casualidades de la vida,  en la radio comience a sonar "Englishman in New York" y la madre finalmente señale con el dedo, eufórica, al aparato, para decir: "¡ESA! ¡ERA ESA!". Ese día será la gloria.

miércoles, 14 de octubre de 2009

los conflictos de una idiota con pasajes

si voy mañana a renovar el pasaporte, seguramente salga muy mal en la foto.

si voy el viernes, seguramente salga muy mal también. pero quizás no tanto como si fuera mañana, porque mañana es muy obvio que el resultado sería pésimo. pero pésimo, eh.

puedo esperar a la otra semana.

pero ya estoy jugada con las fechas. jugadísima.


no sé, es muy complicado, muy complicado todo esto.

Transfórmame











yo también quiero tener un arito mágico

Aislar

Por la mañana
el juego era encontrar cuántos tipos de pájaros cantaban sobre el río.
El primer día conté once: había uno que como un reloj
o un gallo
nos despertaba temprano. Después callaba
y otra vez nos dormíamos.

Allá nadie te escucha, no es como acá:
allá no hay vergüenza
ni reuniones de consorcio.

Entonces pensamos en gritar.
Fuerte.
Esa misma noche salimos
por turnos, a gritar en soledad sobre la tormenta
y cada vez, volvíamos
mojados con los pies de tierra
así, como si nada:
pero algo dejábamos entre los árboles.

Más tarde, el sol pegando justo en el muelle. La lluvia sobre el barro desaparecía.

viernes, 9 de octubre de 2009

Lo de Pantene no era tan grave


si tenemos en cuenta que mañana voy a estar viviendo acá





y mirando barquitos pasar por acá



¿no?

jueves, 8 de octubre de 2009

Me quiero matar

Está esa pulicidad, ¿no? de Pantene o algo así, en la que la modelo arranca diciendo:

"No lo digo yo solamente, lo dijeron un montón de mujeres en una encuesta"


Y ahí estoy cada vez que la veo, cada vez que escucho ese comienzo tan desatinado, pensando:
paaaaaaabre esta gente, ¿se creen que soy pelotuda, or what? ¿eh, or what? ¿Por qué me tratás como una infradotada, Pantene?  Me indigna mucho. Un montón en una encuesta. Plis. Si usás encuestas, al menos tirame una estadística, man, dale. Con que me digas 1 de cada 10 mujeres usan nosequé, ya te juro que sería más digno. Sí, digno. Encima, ¿qué?, ¿me tengo que sentir identificada con tu putita marca sólo porque usás la palabra "mujeres"?  ¿O es porque quiero ser como la modelo, así, tan llena de belleza e idiotez?



...


La obviedad es que desde la bañadera de mi casa se burle de mí ese pote de Pantene Color Radiante. Así, tan a diario, tan indispensable. Me estoy quedando sin.

miércoles, 7 de octubre de 2009

del orto

estoo paga muchhhhhhho



y no es el flequillo



update: recién veo que puse paga. y no pega. del orto.

lunes, 5 de octubre de 2009

El de los lunes también

(los lunes también me aburro)

Dicen que el embole dominical es un peligro

Me consta -por fuentes diversas, todas de confianza- que puede llegar a generar en algunos seres humanos las ganas infundadas de responder mails irrespondibles de personajes del pasado, enviar mensajes de texto a gente de la que se recuerda el teléfono de memoria pero que ya no figura en el aparato, y, en algunos casos extremos, realizar investigaciones profundas para conseguir direcciones de msn de personas que no chatearon en su vida.


Yo por las dudas me voy a jugar al word challenge.

viernes, 2 de octubre de 2009

Quiero ser igual a los demás

Sí, yo también quiero mostrarles buscando qué llegan algunos limados a este blog:

dos travestis que cantan soy rebelde
ja. cualquiera. pero si es un videito capaz que lo vería.
 
en el slidebar no me anda el clima
no cazo una.
ni por qué cayó acá.
ni qué es el slidebar.
ni cómo puede el clima dejar de andar.

cuanto se gana con un laverrap
ponelo, pone tu laverraaaaappppp! jugateeeeee


5 adjetivos calificativos de perlita
me gustaría poder calificar a mi madre
pero a la vez siento que
sería dejar al desnudo a mi inconsciente.


como saber si me pega el flequillo
probá con tirarlo hacia atrás con una vincha
y fijate si así y todo seguís diciendo incoherencias.

que tipo de flequillo me pega
uhm... bueno, ya. convidá.


que significa decir que te resuelve la vida
¿mentir?

receta sopa kneidalaj para kippur.
uff. es re judío mi blog.


Obvio que no son tan geniales como los de Juan, pero qué seyo:

 
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