miércoles, 28 de octubre de 2009

De este lado del mundo



 Del otro lado de Rivadavia los nombres no son los mismos, se dijo, y celebró la ocurrencia que, aunque literal, le pareció inspiradora. ¿Y si los hombres –a la humanidad se refería- tampoco lo fuésemos? ¿Y si de una esquina a otra, después de atravesar la senda peatonal, nuestras vidas cambiaran de rumbo drásticamente? Venía cantando bajito ese tema de Mannequin y tanto existencialismo la hizo callar.

La avenida estaba vacía. Es un decir, no estaba vacía. Pero aunque ella y el mundo intentaran imprimirle un poco de gracia -ella caminando rápido; el mundo programando capítulos repetidos de los Simpson-, no había caso, los domingos siempre llevaban ese gusto a negocio cerrado en el aire.  Dobló por Castrobarros. Le gustaba esa cuadra cuando recién anochecía y los faroles pincelaban con naranja las baldosas rotas. ¿Tan tarde era? Miro el reloj. Sí, diez para las ocho y media. Apuró más el paso y deseó que, por Dios, él fuese impuntual: hacer la cama, levantar ropa tirada, sacar de la heladera esa torta que quedó desde el cumpleaños, esconder diario íntimo, esconder foto de Nacho, esconder caja de pizza delatora de sábado anterior muy deprimente frente a serie estadounidense, esconder, esconder bastante. El vino, cierto. Comprar un vino antes de llegar. No. Mejor pasar por el laverrap donde había dejado la calza esa, la gris.  No, no importaba. Se pondría otra. Se pondría la negra. La negra con el vestido escote en V le quedaba bien. La estilizaba. Estoy bien, y se dio una palmadita imaginaria que le hizo soltar un sí en voz alta. Ya estaba en la puerta de su casa.

Cuanto más chica la cartera, más difícil encontrar las llaves. En ese lugar diminuto parecía extenderse una especie de dimensión desconocida donde los objetos tendían a desaparecer. Sacó la billetera. Calma. ¿Por qué guardaba tantos boletos de subtes y colectivos? Sacó la agenda. Se puso el celular entre el mentón y el pecho. ¿Dónde las había metido? En los bolsillos. No, no estaban. OK, calma, calma. Respiró hondo. Lo mejor sería agacharse e ir apoyando las cosas en el piso para revisar mejor porque era obvio que estarían ahí adentro, era obvio que las encontraría y se reiría de sí misma como diciendo “soy tremenda”. Miró el teléfono, eran las ocho y veintisiete.

Vio la montaña de objetos y papeles apilada en la vereda y se acordó. En la mesa ratona. El llavero lo había dejado en la mesa ratona de la casa de Laura cuando desesperada por leer ese mensaje de texto no encontraba el aparato, y había decidido también sacar cosas de la carterita. “Dale, 8.30 estoy. Pasame la dire”. Y ahora quería morir.  Es un decir, morir no quería pero tenía puesto ese jogging. El jogging azul –azul desteñido- que sólo usaba de piyama y que había decidido sacar a la calle por un error matutino imperdonable. Cada vez que se despertaba tarde hacía eso de vestirse mal, no podía evitarlo. Se acordó del departamento de Lacroze y de  su mamá tirándole medias a la basura: “Ay, Dolores, por favor, mirá si algún día tenés un accidente y los médicos te ven con esto”.  Algún día era hoy, y los médicos eran Julián, que venía caminando desde allá. Que no fuera, por Dios, que no fuera.

Y no era. Julián era mucho más alto. Y de cara nada que ver. Además Julián no caminaba nunca con las dos manos en los bolsillos del pantalón. Julián tenía manos delgadas y dedos largos. Y tenía las uñas siempre cortitas, prolijas, ¿se las limaba? Julián tenía un andar muchísimo más alegre. Bueno, alegre no; pero sus movimientos eran más bien libres. Eso: Julián era libre. 

– ¿Qué perdiste, vos?

Enseguida giró la cabeza: sí que era. Le sonrió.

– Ay, hola.

Él le ofreció la mano para levantarla; ella la aceptó, y mientras se paraba sintió cómo el desteñido del jogging se erguía también. Se dieron un beso en la mejilla.

– ¡Qué puntualidad, eh!

 – Ah, ¿viste? No sé qué me agarró, si siempre llego tarde. ¿Qué hacías ahí abajo?, ¿estás bien?

 – Sí, sí. No, todo bien, todo bien. Es que justo…Porque venía del gimnasio, ¿viste? ¡Llegué justo!

– ¡Uy, te agarré!

– Pero no, todo bien, no hay problema. Las llaves buscaba. Es que tuve un día. Y ahora las llaves, ¿podés creer?

– ¿Qué con las llaves?

– No, que no están. No las tengo.

– Uuuuh, me estás jodiendo. ¿Qué, nos quedamos encerrados?

¿Nos quedamos? ¿Qué, él se sentía parte de su problema? ¿Él se sentía parte de su vida? La mentira sobre su actividad deportiva, su pelo desprolijo, todo resultaba exagerado.

– Sí, te juro. No aparecen.

– ¿Pero revisaste bien ahí adentro? A ver, dejame ver.

La cartera no, Julián. Ella se apartó un poco. Revisarle la cartera también era una exageración.

–No, sí, revisé, saqué todo, te juro que no están, creo que las dejé en lo de una amiga.

Ella se mordió los labios y movió la cabeza como diciendo “soy un desastre”.

– Soy un desastre.

– Qué garrón, che, qué garrón.

– Sí, perdón.

–Justo que vine. Bueno, no sé. Uf.

– Sí…

– Bueno, ¿paso otro día? ¿O cómo hacemos?

– ¡No!... No, no. Bah, en realidad, sí. Bueno, como quieras. Laura vive a media hora, en realidad; pero como quieras, obvio. No sé, puedo pasar a dejártelos yo, si no.

– No, qué vas a ir vos hasta Ramos, no.

– …

– …


Un silencio sepulcral.

 Es un decir, nadie había muerto. Pero a él se lo veía pensar y eso no era nada bueno. No fluye, no fluye, y él abría los ojos más grandes cada tanto como si estuviera intentando resolver un acertijo imposible. Dolores lo miraba. Lo miraba intensamente y ya se había olvidado del jogging, de las pizzas, de todo.  Y de pronto pensó en que quizás ése podría ser, al fin, el momento Rivadavia de su vida: “Entonces yo estaba ahí, estaba toda hecha un desastre en la puerta, con mi pijama desteñido, y no encontraba las llaves y no había llegado a comprar el vino ni nada, y mi casa era cualquiera, y él había venido a buscar unos apuntes para el final del jueves y, bueno, él se hacía el que pensaba, como que se hacía el que estaba en otra pero la cosa no fluía, no fluía, y de repente se me acercó y me dijo: qué me importan los apuntes. Y me agarró y…”

– No, dejá, dejá…

– Dejá, ¿qué?

– No, que todo bien, que no importa.

– Pero pasamos por lo de Laura, es un segundo…

– No, no, es que encima estoy llegando tardísimo. Me arreglo con lo que fui anotando yo, ya fue.

¿Tarde a dónde, Julián? ¿Qué, ahora tenía que sentirse afortunada? ¿ahora ella debía aliviarse porque, ya que su cita potencial no se llevaba a cabo del modo más romántico, era preferible  que no se llevara a cabo en absoluto? 

­­– Ah, claro, si estabas apurado…

– Sí, tenía un cumple.

¿Tenía? Julián se llevó una de sus prolijas manos a la cabeza, como dando a entender que estaba sufriendo. Si sufría tanto ¿por qué no se iba de una vez y la dejaba llorar tranquila? Sé claro, Julián. Dolores tenía la sensación de que, aun habiendo elegido el pantalón correcto aquella mañana, aun habiendo llevado consigo las llaves en su cartera, la vida se las hubiera arreglado para jugarle una mala pasada, como hacía meses. No, ¿qué meses? Años. Hacía años que por hache o por be, todo parecía salirle a la larga -y a la corta también- bastante mal, como si fuese una cuestión de suerte. Sólo que de mala suerte siempre; y de la buena, nunca. Como si ya ni de suerte se tratara, en realidad.

– Es más: salgo ahora porque si no mi chica me mata.

– Ah… Ok, dale.

– ¿Sabés  dónde está Rivadavia?


Se había venido la noche. Pero esto un decir no es: el sol efectivamente se había escondido del todo. Dolores le indicó  a Julián la ubicación de la parada del 151 y se quedó en la puerta del edificio pensando cómo seguir. Por inercia buscó el celular en su carterita. No aparecía. Ah, no, qué tarada, ahí estaba.  Eran las  ocho y cincuenta y nueve. Sentía ganas de estar mirando los Simpson, o de llorar con mucho ruido, o de las dos cosas juntas. Llamó a su mamá: Disculpe. Su cuenta no posee crédito suficiente para realizar la llamad… Dolores intentó sin éxito reírse de sí misma. Rivadavia estaba del otro lado del mundo.

23 comentarios:

  1. Ay, no lo leí, bueno, leí el principio aquella vez que te dije "Y??? como sigue esto???? Tu yo narrativo se dedica a vender hierbitas???" Por fin lo terminaste Male!! ya lo leo!!

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  2. viva!! terminado!!!
    felicitaciones ami

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  3. marttin. vos estabas sugestionado por tu cuento del perro drogón, eso pasaba.

    nana. sí. miles de meses para escribir un coso de 4 hojas con interlineado de 1,5. plis.


    Alex. las obviedades, no? Es el primero que escribo. espero mejorar algún día.

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  4. Momento Rivadavia. Pos-dios-qué-hallazgo-de-expresión.

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  5. Me encantó. A mí, que vivo desorientada, ese tipo de circunstancias me pierden inevitablemente. Ojalá uno pudiera cambiar de vida con sólo cruzarlas...

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  6. i love you
    sos grossa
    be my ciega a citas, honey!

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  7. Congratulations!!!!! Felicitaciones , mucho orgullo...Vamos a por mas!!! Lindo re lindo!!!!!!!!!Te quiero!!!!!!!!

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  8. buenisimo amiga!! sos grosa, sabelo.
    me da pena dolores, pero así se parece mas a una, vio?
    te banco a morirrrrrr!!!

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  9. qué bueno, male! está muy bueno!
    y lamentablemente una se siente identificada con algunas cosas, vio? jaja.
    beso

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  10. Lucila: el otro día un amigo me dijo que rompió un chancho. en una obra de teatro lo rompió. El momento de romper el chancho también es groso, no?

    Paulina. Sí! Pero ojo que si pedís fuerte se cumple. No sea cosa que uno quiera después volver a la vidita de antes.

    nic: jijijiij.. muá.

    mariiiiiiiiiiiii. organizo una lectura en mi casa e invitamos a yasabemosquién?

    myv: amiga, hay que escibir estas cosas para tener la sensación de que estamos mucho mejor de lo que creemos.

    cel. Y pensar que todas nos identificamos... mal de muchos, es mi consuelo a full. Besote!


    Gracias a tous!

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  11. q grosaaaaaaaaaaaaa amiga!
    me copomil
    te adoromil
    quiero vertemilmilmil

    (obvio q lola es male, jiji, es muy diver reconocerte a vos en algunas situaciones)

    LOVE IU

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  12. Te compro los derechos de "momento Rivadavia".

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  13. frankiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii30 de octubre de 2009, 11:43 a.m.

    ehhhhhhhhhhhhhhh
    sisisi
    a full
    creo q toca onda vaga
    ibamos?

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  14. manoel. jaumaaaaaachhhhh?



    frannanan.re. dónde?
    (esto ya es cualquierii)

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  15. Que lindo te quedó Male!! Lo re disfruté, sos media lerdi para escribir pero te salió redondito. :) Te juro que la otra vez me dijeron "Ay, estoy en un momento Rivadavia". Ahora, a agilizar la pluma eh!! Muá

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  16. gracias!

    pero ya bastante que tengo que volverme ágil con los rollers, no te parece?

    y cómo que te dijeron esoooo?
    pucha. por las dudas deciles que no se pongan a escribir cuentos.

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  17. Yo también; hoy iba en el subte y estaba pensando en alguna pavada que en ese momento me pareció trascendental, y al toque pensé; momento Rivadavia.

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  18. malenin: tarde en leerlo, pero aqui estoy. este cuento es el primero del libro que viene, no?

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  19. seeeeeeeeeh, qué poca asociación libre que puedo hacerrrrr

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  20. b. sí, el que se va a vender en cobra libros (?)


    lucila. o yo soy muy perceptiva. una de dos.

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