martes, 24 de febrero de 2009

De otro palo, otra astilla

Me imagino con la mochila prestada a la salida del aeropuerto de La Habana y pienso: menos mal, Malena, menos mal que al otro día de culohervidear con esa idea trotamundi de hacerte la hippie en una casa de familia comunista, después de pelearte con una nami de agencia estudiantil vía email, después de pensar que finalmente no te tomarías vacaciones porque te viene bárbaro ese clicheé de mujer sufridita, decidiste que lo mejor era un plan más de masajes y cremas de barro o algo así, bien de ese estilo, algún plan de gente rica con vista privilegiada, de desayuno con juguito de naranja, de chocolate con logo de hotel internacional descansando en el doblés de la sábana como cuando hace quince años tu mamá se había puesto tan maníaca que te había llevado con tu hermana a recorrer el mundo: Itaparica, Disney, México, el glaciar Perito Moreno, otra vez Itaparica, y así. Menos mal. Porque ahora que mi madre hace rato superó su trauma post divorce y mi terapeuta ya volvió de sus vacaciones, nos tomamos literalmente el buque reinventado hacia aquellos tiempos dorados: una semanita juntas a la costa charrúa. Pero ya le advertí que vamos a tener que encontrar ese barcito cutre que nos cobre barata la birra, que yo me hago mucho pero no soy. O soy, pero no tanto.

Mamá
Tenés que buscarte a uno con plata que esté alojado en el hotel.

Male
Y que sea lindo. ¿O que sea simpático mejor?

Mamá
No, que sea simpático. Lo lindo si tiene plata viene después, eso no es problema.

2 comentarios:

 
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