lunes, 18 de febrero de 2008

Memorizando

Creo que mi abuelo Manuel en realidad se llamaba Isaac. Pero por alguna extraña -muy extraña- razón que no logro recordar, o que nunca tuve el valor de averiguar bien (aunque tengo esa leve sospecha - leve por ese dejo de inseguridad que las memorias medio reprimidas espolvorean sobre la realidad- que fue por eso de la eterna paranoia judía), se cambio de nombre. Entonces mi abuelo, aunque suene raro, Isaac. Isaac Schnitzer.
Me acuerdo por una foto que tengo: que está conmigo cuando egresé del preescolar, yo a upa con mi musculosa blanca repleta de logos de Batman y un cinturón amarillo del mismo superhéroe, papel picado que cae, los dos sonreimos mucho. Otra, con Paloma en brazos, cumpleaños de uno o tal vez de dos, junto a su regalo, el elefante (fiel compañero de mi dormir y más tarde objeto de disputas) Plumitas.
Me acuerdo porque me acuerdo: que me enseñaba a bailar el tango en el piso de loza negra de Lambaré II. Que me regalaba Bananita Dolca. Que me hacía el truco del dedo índice que se parte en dos. Que más tarde estuvo muy enfermo y usaba ese cuello ortopédico. Que cuando se murió, las chicas me miraron raro en el colegio. Que pensaban que yo iba a estar triste, pero no. Es que todavía no existía en mí ese profundo sentido del melodrama, aunque no tardaría tanto en aparecer. Aquel mismo año descubrí que Xuxa no era una imitación de Patsy, sino todo lo contrario. Y que a Nancy, ella que nos cuidaba durante todo el día y no era buena onda, le podíamos hacer fakiu sin que se diera cuenta. Al año siguiente, pero lentamente, que la mía dejaba de ser una familia casi tipo para convertirse en un total sinsentido, cosa de la que más tarde me olvidé y sin éxito estuve unos pares de años intentando recordar.
Ahora que lo pienso, mi papá Cali -que en realidad se llama Carlos y también casi que se cambió el nombre como su tan propio padre- siempre me cuenta que la primera vez que me vio, es decir, más o menos cuando recién nací, él sintió que por mi mirada yo sabía todas las cosas del Universo. Y que por eso se hizo budista. Que después no, después ya miraba como bebé cualquiera. Y, entonces, ahora que lo pienso, ahora que hago memoria, ahora qué bueno sería acordarme quizás un poco de ese todo que olvidé por completo. Un poco, porque ahora todo ya es demasiado. Y porque un poco puede guardarse en cualquier lugar pero todo, todo no cabe en ninguna parte. Y en alguna parte lo habré puesto, que yo a mi papá algunas historias le creo.

1 comentario:

  1. pppfff... "porque un poco puede guardarse en cualquier lugar pero todo, todo no cabe en ninguna parte."
    cuante verdad tienen tus palabras, amiga, cuanta verdad...

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