viernes, 29 de febrero de 2008

Sé que pido demasiado

Hace veinte minutos, en medio de la avenida Santa Fe -en su cruce con Billingurst-, una corriente de aire hizo que el vestido que me llega siempre hasta las rodillas se me subiera durante medio segundo hasta la cadera. Medio segundo son 500 milésimas de segundo, que es un montón.

Cuando repleta de vergüenza conseguí volver todo a su lugar (todavía me faltaba caminar varios metros para llegar a la esquina) una señora que había visto la escena me sonrió con una suerte de compasión. Lo mío, impresentable.

Pero si al menos yo hubiera tenido quinientas de las milésimas de gracia que ELLA (ver foto) supo tener...

jueves, 28 de febrero de 2008

Primicia


Siempre pensé que mi apellido significaba carpintero, tallador, o algo así. Me dejé guiar por lo que mis padres me habían explicado. Que era en alemán, sabía. Además, que en Buenos Aires, al menos, éramos pocos: sólo dos familias. Una vez conocí a uno de la otra. También era actor y tenía mi edad. Raro. Encima nos habíamos encontrado de casualidad en una clase de Pensamiento Científico de UBA XXI a las que raramente van alumnos. Más adelante hasta nos dimos besos en una esquina de Belgrano, pero creo el que haber compartido sangre en alguna incierta rama del árbol genealógico después nos tiró para abajo. Eso, y que él hubiera aprobado la materia sin irse a final y yo no.

 Desde chica que me gusta tener un apellido poco común. La historieta de cómo mi abuela me enseñó a pronunciar tantas consonantes juntas. Tener que deletrearlo en oficinas. Que lo digan mal los profesores, que se enorgullezcan cuando saben cómo debe sonar, o que directamente me digan "Malena", porque ya no les queda otra. En realidad, creo que lo que realmente me encanta es que no exista otra Malena Schnitzer en todo el mundo.

Hace poco me enteré por Marta -que por alguna razón que desconozco buscó mi apellido en un traductor online- de que "Schnitzer" tiene otras acepciones, además de la que correcta y evasivamente conocía:

Schnitzer: m. 1. caída s.f. 2. chambonada s.f. 3. desacierto s.m. 4. desatino s.m. 5. desbarro s.m. 6. desliz s.f. 7. disparate s.m. 8. equivocación s.f.


            Es un notición. No sé si hacerlo público en mi familia. Mi madre tendría pasto para rato. ¿Mi padre lo habrá sabido todo este tiempo? Mi hermana claramente tiene que enterarse, en esto también debemos ser cómplices, ¿pero mis amigos?, ¿la gente que me conoce?

Malena Disparate es el más cómico, aunque un poco de infantil de María Elena Walsh. Chambonada andá a saber qué significa, pero parece mejicano y eso me causa un poco de gracia. Ahora, Malena Caída es totalmente desesperanzador, una mezcla entre vejez y blooper que me deprime. Malena Desliz puedo hasta pensarlo como un movimiento, pero Malena Desacierto es como cuando terminás cayendo con taco aguja a una fiesta hippie (sí, me pasa). Malena Desbarro es horrible, y Malena Desatino sinceramente saca a la luz varios de mis miedos cotidianos. De todas formas, Malena Equivocación es definitivamente el más angustiante y perturbador de todos, una puñalada seca a mi ego.

No sé si es posible hacer de esta noticia una cuestión de elecciones o si ya no queda más opción que hacerme cargo de lo que me nombra. Al menos, ampararme en los significados novedosos resulta un gran alivio a la hora de buscarle la razón de ser a mis fallidos y me vincula con algún tipo de verdad, aunque no -¡pero casi!- con la más codiciada: parece que Schnitzel, con esa “L” de diferencia, quiere decir milanesa. 

Cómo son las cosas

ché,

desde que estoy acá dentro

escribo: es extraño (o extrañaba eso. de la adolescencia creativa)

titulo: es dificil (pero cómo me gusta. como la matemática)


así las cosas, tengo para rato (como cuando comés un chocolate muy despacito, cosa que no hago nunca).

martes, 26 de febrero de 2008

Cuenta conmigo

Nati me dice que escriba cortito. Voy a tratar. Que escriba sobre la billetera. Acá va.



Hace menos de un mes que tengo billetera. No es billetera, es un monedero que me trajeron Flor y Nati de algún lugar del norte argentino, pero yo lo uso con los billetes doblados y las poquísimas tarjetas apiladas una a una. También meto algunas monedas y los boletos que saco en subtes y colectivos, por no tirarlos, o alguna entrada de cine. Ellas que me lo regalaron, saben que el mío resulta un monedero desordenado, que estoy desde hace tiempo acostumbrada a dejar la plata tirada en distintas carteras, o en los bolsillos de polleras y pantalones, arriba del modular del living, o encima de la heladera... en cualquier lado. Y quizás justamente por eso fue que me trajeron el souvenir. Porque una cosa lleva a la otra. Así como el no tener mucho registro de mis haberes y deberes lleva, por qué no, a llevarme también puestos algunos muebles, romper vasos en casas amigas, tirar líquidos al piso, etcétera, que es otro tema pero no tanto.


Así que ayer la perdí, o quizás hoy, que me di cuenta. Perdí la billetera con los supuestos 20 últimos pesos que tenía, y las ahora sobrevaluadas monedas de un peso. Y aunque ya la encontré - qué gracioso, estaba en la casa de las mismas que me la regalaron- pienso: en cómo esta mañana fui revolviendo tranquila entre cuatro o cinco bolsos distintos hasta encontrar otras monedas para viajar durante todo el día, y arriba de la mesada de la cocina, otros veinte pesos que sin nombre ayer aparecieron tirados y asumimos sin dudar que me correspondían. Pienso también que, por qué no, hoy mismo descubrí la clave donde reside mi capacidad de ahorro. También, en cómo algunos actos se transforman en esos trazos que nos delinean sin querer. Y que antes que resistirme, preferible es sonreirme a mí misma con resignación y contar con lo peor de lo peor, justamente con eso que tal vez me condene, pero que -debo darme cuenta- es eso mismo que me salva.

lunes, 25 de febrero de 2008

Giro en falso

para dar con alguna que otra verdad



(esa que está ahí) .



Violet

Don't let her go
Don't let her go
¿Why not?
'Cause I tell you so
¿Who is she?
Violet
And she leaves without saying goodbye
(And she takes my heart away)


Versión mejorada por Marta

viernes, 22 de febrero de 2008

Inconsciente colectivo (o Qué mal contada está esta historia)

Estábamos esperando el 180. A la cabeza, señora de sesentaipico, labios pintadísimos, pelo corto teñido de caoba, petisa y rellenita. Collar largo hasta su falda estampada y por entre las sandalias el dedo gordo izquierdo envuelto en una gasita (es que la verdad que con el pie así, te digo que no podría, pero qué picardía... debería haber ido a la otra parada, porque el 115 también me dejaba, pero no me avivé. Encima a esta hora debe estar lleno ¿no? Te pregunto porque nunca viajo en este horario yo. Si pudiera iría caminando pero con el pie así, no puedo, viste). Le hablaba al hombre de traje que la seguía en la fila. Un pelado rapado de pocas palabras. Después yo y atrás mío una treintañera con su hijo de seis, aprox.
Llega el 155. Está repleto. Para al lado mío, así que dejo que suba la del pie. El de traje se había quedado atrás, así que también dejé pasar al nenito con su mamá y finalmente, con gracias y sonrisa mediante él me dejó subir al colectivo que efectivamente venía llenísimo. La de treintaialgo puso mis monedas en la máquina y me pasó los diez centavos de vuelto, y cuando llegamos a Rivadavia ya todo se despejó un poco más. Pudimos avanzar unos pasos.
En los asientos de esos que van de espaldas al recorrido estaban sentadas dos. Una muy gorda, otra bastante joven (señora, le dejo el asiento para que venga con el nene). La bastante joven se levanta para pasar por al lado de la gorda, que primero corre las piernas pero que finalmente se decide a ponerse de pie y hacerlo todo más simple. Cuando el primer asiento queda libre, la del pie con la gasita gana lugar y se acomoda (qué bueno, me siento yo entonces porque la verdad tengo un miedo de que me pisen, porque lo tengo fracturado, viste , y te digo que iría caminando pero no puedo, con el pie así se me complica), a la vez que otra, una señora con abanico en mano y en cabeza canas que se le mezclaban con un rubio de caja muy ceniza, muy lavado, se ubica del lado de la ventanilla. La del dedo tenía los ojos escondidos detrás de unos lentes oscuros pero era imposible no adivinar su mirada venenosa (ese asiento no era para usted, para su información, se lo habían cedido al nene ¿eh? nene, te querés sentar a upa mío? dale, vení que te hago un lugarcito, mirá, acá ¿ves? Hay lugar para los dos, daaale, veniií…….si yo tengo un nietito como vos ¿ sabías? ….. qué lindo que sos) La otra paró de abanicarse de golpe y giró la cabeza hacia su izquierda, descontroladísima (a ver si se corre ¿eh, señora? que me está molestando, así para el costado ¿por qué no se sienta bien de una vez?). La del pie se bajó del asiento (está bien, mirá, por qué no te sentás vos con el nene, decí que yo lo tengo fracturado, pero no importa, sentate vos, dale, yo total tengo hasta Paraná, no falta tanto) La mina me mira cómplice (nono, deje, así estamos bien) y después de unos segundos de silencio la del pie se vuelve a ubicar en su asiento. Yo me río intentando disimular. Era obvio que la del pie era judía. Había otra chica del otro lado que también sonreía. Típica escena de transporte público en hora pico, pero mejor, por alguna razón. Al toque me bajo. La del pie se quedó hablando con la gorda, que finalmente no se sentó nunca más
Pensé que si esa mañana la batería de mi celular no me hubiera traicionado y me hubiera puesto los auriculares para escuchar la radio no estaría bajándome en corrientes con una sonrisa en la caripela, de esas simples que la realidad cada tanto te regala. Pensé en que me divierte reirme de los demás y eso no debe estar bien, pero qué más da. Esa misma noche, cuando saqué la basura a la calle, vi a la vieja del pie fracturado pasar por la puerta de mi casa arrastrando a dos pequineses obviamente iguales a ella. Le comentaba a un señor de barba que parecía ser un vecino, algo sobre los camiones de basura. Sonreí otra vez. Espero cruzármela seguido.

lunes, 18 de febrero de 2008

Memorizando

Creo que mi abuelo Manuel en realidad se llamaba Isaac. Pero por alguna extraña -muy extraña- razón que no logro recordar, o que nunca tuve el valor de averiguar bien (aunque tengo esa leve sospecha - leve por ese dejo de inseguridad que las memorias medio reprimidas espolvorean sobre la realidad- que fue por eso de la eterna paranoia judía), se cambio de nombre. Entonces mi abuelo, aunque suene raro, Isaac. Isaac Schnitzer.
Me acuerdo por una foto que tengo: que está conmigo cuando egresé del preescolar, yo a upa con mi musculosa blanca repleta de logos de Batman y un cinturón amarillo del mismo superhéroe, papel picado que cae, los dos sonreimos mucho. Otra, con Paloma en brazos, cumpleaños de uno o tal vez de dos, junto a su regalo, el elefante (fiel compañero de mi dormir y más tarde objeto de disputas) Plumitas.
Me acuerdo porque me acuerdo: que me enseñaba a bailar el tango en el piso de loza negra de Lambaré II. Que me regalaba Bananita Dolca. Que me hacía el truco del dedo índice que se parte en dos. Que más tarde estuvo muy enfermo y usaba ese cuello ortopédico. Que cuando se murió, las chicas me miraron raro en el colegio. Que pensaban que yo iba a estar triste, pero no. Es que todavía no existía en mí ese profundo sentido del melodrama, aunque no tardaría tanto en aparecer. Aquel mismo año descubrí que Xuxa no era una imitación de Patsy, sino todo lo contrario. Y que a Nancy, ella que nos cuidaba durante todo el día y no era buena onda, le podíamos hacer fakiu sin que se diera cuenta. Al año siguiente, pero lentamente, que la mía dejaba de ser una familia casi tipo para convertirse en un total sinsentido, cosa de la que más tarde me olvidé y sin éxito estuve unos pares de años intentando recordar.
Ahora que lo pienso, mi papá Cali -que en realidad se llama Carlos y también casi que se cambió el nombre como su tan propio padre- siempre me cuenta que la primera vez que me vio, es decir, más o menos cuando recién nací, él sintió que por mi mirada yo sabía todas las cosas del Universo. Y que por eso se hizo budista. Que después no, después ya miraba como bebé cualquiera. Y, entonces, ahora que lo pienso, ahora que hago memoria, ahora qué bueno sería acordarme quizás un poco de ese todo que olvidé por completo. Un poco, porque ahora todo ya es demasiado. Y porque un poco puede guardarse en cualquier lugar pero todo, todo no cabe en ninguna parte. Y en alguna parte lo habré puesto, que yo a mi papá algunas historias le creo.

jueves, 14 de febrero de 2008

Me causa un poco de gracia

Que tanta gente se ponga a hacer cosas al mismo tiempo sólo por...
Hoy, por ejemplo, enamorados que salen de citas, que se dicen cosas más bonitas de lo habitual o que algo, algo. Pero siempre me llamó la atención el momento en que el año nuevo obliga al mundo a tirar fuegos artificiales. Qué se yo. Eso de ver un cielo iluminado y sentir "Che, toda esta gente está pensando en esto ahora, estamos en la misma". Quizás por eso me emocionen los recitales masivos. Bueno... eso, de que el tiempo pueda llegar a hacerse nombre. Y en tanto el nombre haga existir las cosas, las fechas nos atraviesen y logren que la idea que tuvo el de la semana de la dulzura para llenarse de guita finalmente produzca algún que otro beso. ¿Qué tal?

martes, 12 de febrero de 2008

Alguien que sepa

¿Por qué es que si algo puede ser tanto más fácil, aparece casi sin querer ese empeño profundo y tenaz de enroscar, enmarañar, ensuciar, revolver, enrollar, envolver, destrozar, agrandar, enredar, tironear, amontonar, agitar, contraer, aplastar, desarmar, destruir, arrasar, hundir, alejar, dividir, perder... perder.... ... ... ? ... ¿Por qué, eh?

lunes, 11 de febrero de 2008

Basta para mí

Que quede claro. Yo soy de las que tienen el taxi fácil. Me cabe salir a cenar arafue. Me copa hacerme la tarde a lo Marcelita Tinayre por algún barsucho conchetito del Soho porteño. De tanto en tanto, mientras el bolsillo tire. Y como nunca tengo la menor idea de cuánto tengo, termino endeudada sin querer, sin saber. Es cierto que ahora sí, hace poquito, caí en la cuenta de que, valga la redundancia, las cuentas dan un rojo furioso. Ahora sé. Pero en fin, si me tiento, me tiento. La vida es para vivirla.

Vamos al centro comercial UNICENTER, tremenda mole en el medio de.. ni sé, Martinez. Damos vueltas, haciendo tiempo para ver la super Cloverfield, que fue genial. Dimos vueltas por la Mac station, nos leímos la revistita donde muchos famosos te dicen lo cool que sos si tenes cualquier putita cosa que allí se vende. Bien, pertenecemos. Recorrimos Fallabela, qué felices subiendo y bajando escaleras en medio de tanto por comprar. Vimos nuestro futuro sillón para ver tevé. Y hasta realmente compramos. Un pantaloncito christian D en rebaja, que rebajamos más cuando sin un botón que nosotros habíamos roto, repito, nosotros, el pantalón llegó a manos de un vendedor que mitiéndonos en la cara acusó a la falta de botones en todos los pantalones de corderoy como la supuesta razón por la que estaban tan regalados, que no había otro. En fin.
Quién se porta mejor que nosotros en esta vida sin auto? Y sí, para completarla no quedó otra que sentarnos a tomar un café con tostadas en un bar de shopping. PF. A ver. No es que yo sea una inocente consumista que no entiende de qué va la cosa. Sentarse a tomar algo ahí es asalto asegurado. Lo sabíamos. Lo supimos siempre. Pero en esos casos hay un acuerdo tácito entre los ladrones y nosotros los clientes. Todo tiene un límite. No te vas a zarpar, sólo me vas a robar una cantidad digna de amortiguar con un simple Es domingo 8 de la noche y luchamos por la antidepresion.

Pero, bien. Es obvio que existen de esos que no conocen los códigos del robo de confitería. Se cae de maduro, que si pagamos una pequeña fortuna por una porción de tostadas no tenemos que esperar menos que una canastita llena de rodajitas de baguette. Qué se yo. Te puedo aceptar que sean de pan lactal. Hasta ahí llego. Ahora ¿ que una de la dos fetas que me traés se ajuste sin piedad al término TAPITA? Ubican. La tapita del pan lactal, esa que se come al final, cuando ya se te acabaron todas las fetas. Y no la que con suerte te llega de un grosor admisible, sino de la tapitas posta. Las que y bueh, decís, ya fue, no es tan fea, y no da tirarla. OK. No da tirarla. Se la damos a los giles esos que se piden una porción de tostadas en un conocido shopping center de la loma del ojete? Y no, no hay queso. Te doy una mermelada marca choronga, de DURAZNO! Y encima que me quiero ir tardás en traerme la cuenta, tarada?-. Ni medio peso te dejo, gila. Jodete. Y te digo lo de la tapita en la jeta aunque me da un toque de vergüenza! Porque para colmo de males (colmo de Male), además de hiperindignada me entra el pudor. Y, que es una grasada, terminé diciéndole, sabiendo gracias a mi paranoia que una vez fuera de ese cubito que aspira a ser un espacio, íbamos a ligar ¡seguro! una cara de algo. Y qué importa. Nada importa después de hacer el mini escándalo. Como esa vez con el estúpido del locutorio que no me redondeaba la monedita a mi favor. Gil. Sólo irse con la frente bien en alto y recordar que en el fondo somos buena gente, que estamos rodeados, que tenemos que cuidarnos, pero que podemos ser felices después de todo, que nos conviene serlo.

viernes, 8 de febrero de 2008

El sexto es el sentido del humor







Cada vez que me voy a trabajar y veo las caras de pobrecitos que saben poner, me doy cuenta de que apenas cierre esa puerta ellos finalmente harán lo que les entre en gana. Él va a subirse arriba de la mesa, Ella va a cantar un bolero, Él va a pedir una tabla de Sushi y Ella una chocolatada. Él se va a probar mis zapatos y ella las bermudas de Mike. Van a ver un poco de Seinfeld y más tarde, van a salir por un agujero que no conozco para recorrer otra ciudad del mundo donde conocerán otros gatos y también algún perro. Se van a tirar en paracaídas, volarán en parapente. Él va a remar mientras Ella se acuesta de patas arriba en un botecito que navega por algún lago europeo. Tal vez hasta le den lugar a ese romance que aunque la sangre no los hermane por incestuoso reprimen. Y cuando yo llegue los voy a encontrar al lado de la puerta recibiéndome, así, como si nada. Es que hay cosas que simplemente debemos reconocer aunque los cinco oficiales sentidos no se encarguen de hacérnoslo saber; Fox Molder siempre lo supo.








jueves, 7 de febrero de 2008

Falacia

Saramago dice:

Estaba escrito, cuando ladraran se acababa el mundo, y no era precisamente así, nunca escrito estuvo pero en los grandes momentos precisamos siempre grandes frases, y ésta, Estaba escrito, no sabemos qué prestigio tiene que ocupa el primer lugar en los prontuarios de estilo fatal.

Y yo soy fatalista.

Ergo, escribo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Ese pequeño mundo

Ese que es lunes, o martes pero parece sábado y la risa se te escapa Y es verano de calor asqueroso que sube desde el asfalto pero parece amortiguarse por una brisita que sabemos inventada. Y la gente toma helado de palito sin chorrearse, o chorreando muchísimo, y se ríe y se ríe. O llueve, pero con truenos muy fuertes y agua que te moja con olor a tierra que ves desde adentro mientras ellos corren creyendo que se así se salvan. O estás afuera y te empapás y no importa nada porque sos tan feliz. O porque estrenás botas e impermeable y tenés un paraguas que no se da vuelta nunca y de colores brillantes. Y si después te resfriás sos yanqui y usas tu remerota grande más una caja gigante de Kleenex con pantuflas de oso, o por qué no, de tigre y mucha fiebre para que él te cuide hasta que te duermas. O es invierno y escuchás la radio para deprimirte mal y llorar un poco sólo porque realmente queda muy bien con este clima, tanto como escribir frases muy cursis en un diario que de tan íntimo hay que hacerlo público. O ponés esa que te hace cantar fuerte, fuerte, mientras lavás los platos o barrés o trapeas sin parar con pocas prendas como en Secretaria ejecutiva, o si no era esa era en otra. Que se van porque sí a dar un paseo en bici doble con techito rallado por una avenida doble de la costa. O compran un mueble o se tiran dos baldazos en la cara. O te acurrucás delante suyo y duermen como bebés, como nenitos, como inocentes que desde siempre se aman y se odian y se dan besos de película con dulzura y la otra mano en la nuca o él te hace cosquillas en el cuello y festejan el 14 de febrero cualquier día del año.
 
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